Nacho Ares (León, 1970) se ha hecho un hueco en los medios de comunicación como divulgador, principalmente de la cultura egipcia. Después de treinta años de estudio, acaba de publicar "La hija del sol" (Grijalbo), su tercera novela sobre el mundo de los faraones. Como en el caso del "buscatesoros" marroquí que murió en Zamora persiguiendo un sueño, que recogió para el programa de televisión Cuarto Milenio, al divulgador leonés le gusta pisar los sitios de los que habla. Y eso se percibe en su última propuesta literaria.

- ¿Cuál es la principal diferencia entre escribir libros de divulgación y apostar, como en este caso, por una novela?

-La virtud que tienen mis novelas es que la mayor parte de las situaciones y contextos son completamente reales, tanto los protagonistas como la vida cotidiana. Siempre que hay algún aspecto idealizado o fuera del contexto histórico, lo explico al final del libro. Siempre escribí ensayos, hasta que me dio por la novela. Las dos primeras sobre Egipto -"La tumba perdida" y "El sueño de los faraones"- contaban la historia de un gran descubrimiento dando saltos adelante y atrás en el tiempo. En "La hija del sol", por primera vez, todo está ambientado en el antiguo Egipto, en la época de Amarna. La protagonista es Isis, una mujer de la que apenas conocemos nada, una de las hermanas de Akhenatón, que al llegar su hermano al trono, ella desaparece. He inventado un poco el personaje y lo he utilizado para recrear esta historia tan interesante.

- Su bagaje cultural sobre Egipto es enorme, pero escribir ficción es un trabajo complejo. ¿Se ha sentido cómodo?

-Sí, muy cómodo. Cuando intenté a escribir sobre Egipto llevaba cuatro o cinco años leyendo libros sobre esta cultura? pero no pasé del primer folio. Recrear la vida cotidiana, cosas tan comunes como abrir una puerta, cómo eran las ventanas era difícil porque no tenía ni idea. Han pasado ya treinta años y mi formación, la fortuna de haber estado en todos los sitios que describo, me facilitan mucho la redacción. A veces, tengo que consultar detalles concretos en libros especializados, pero me siento cómodo porque es una cultura que domino. Mis lectores me dicen que se sienten viajar de la mano del protagonista, viviendo situaciones del pasado como si se tratase de una máquina del tiempo. Es una especie de "Cronovisor", el espacio en el que nos trasladamos al pasado con el escritor Javier Sierra en mi programa Ser Historia.

- En "La hija del sol" habla de corrupción?

-La época de Amarna se caracteriza porque Akhenatón deja de lado al clero de Amón, la divinidad por antonomasia en Egipto, e instaura un "nuevo dios" que ya era conocido aunque pequeño: el disco de Atón, la fuerza del Sol. Fue una maniobra motivada por el poder que habían adquirido los sacerdotes en las últimas generaciones. Es algo que ya Amenofis III, el padre de Akhenatón, intentó corregir porque veían que se les empezaban a subir a las barbas. El nuevo faraón cortó de raíz esa relación prohibiendo el culto a Amón, precisamente por todo ese halo de corrupción que los caracterizaba. Es muy parecido a lo sucedido en el siglo XVI con la Reforma: los protestantes veían que la Iglesia se había corrompido de tal manera que no ofrecía la esencia original. En este sentido, Akhenatón es como un Lutero de la época.

- Recreando este aspecto tan de moda, ¿ha encontrado algún parecido con los comportamientos que desafortunadamente gobiernan las portadas de los periódicos de los últimos años?

-Las miserias humanas están en el antiguo Egipto, en la China de hace siglos o en el Occidente moderno. Son comportamientos innatos en el ser humano. En todo caso, a mí me hace mucha gracia esa gente, funcionarios, que protestan porque algún político se ha llevado mucho dinero, pero no tienen dudas a la hora de utilizar el teléfono de su despacho para llamar a casa. En Alemania o en el norte de Europa eso es impensable. En esos países, hasta las fotocopias que hacen en el trabajo, si son personales, las tienen que pagar de su bolsillo. Hay quien no paga el IVA o ha defraudado a Hacienda en alguna ocasión? Quizá en la época de Akhenatón se hicieron más ostentosas por el enorme poder de los sacerdotes.

- Egipto es su pasión. ¿Tiene la sensación de que cada trabajo que publica está más cerca de cumplir sus inquietudes personales?

-Creo que sí, es algo que me llena, me completa como persona y me satisface en todos los sentidos. Trabajar en lo que te gusta, no es trabajar. Lo que más me ha apasionado siempre es la divulgación, compartir con el gran público la Egiptología a través de libros, radio o televisión me llena completamente. Ni en el mejor de mis sueños imaginé poderme hacer este hueco.

- Suele ofrecer charlas sobre divulgación, precisamente. ¿La novela es un buen medio para ello o carece de suficiente credibilidad?

-Mis novelas están muy ceñidas a la realidad histórica, es decir, que son una especie de libro de Historia. Quizá esto se haya corrompido un poco en los últimos años por la proliferación de autores para quienes todo valía. Los grandes autores siempre publicaron novelas de una calidad extraordinaria. A partir de ahí, quien quiera ampliar conocimientos puede acudir a otros libros específicos.

- Un poco aburridos muchos de ellos, ¿no cree?

-Hay gente que critica la novela histórica, pero un crítico es una persona que habla de algo que es incapaz de hacer.

- Usted ha dicho que las clases de Historia son aburridas porque no sabemos contar el pasado?

-Hay revistas muy interesantes en los quioscos, programas de radio como Ágora Historia o La rosa de los vientos, que llenan una aclamación popular que exige Historia. Mientras, las autoridades cierran el grifo para estas materias.