James Nachtwey (Siracusa, 1948) parece que acaba de salir de un "fotomatón" a pesar de que ha viajado durante dos días para llegar a Oviedo. Va repeinado, con la camisa bien planchada y una media sonrisa congelada. Es la imagen que quiera dar este nómada que conoce casi tantos países como guerras y catástrofes, este periodista que escucha con su cámara de fotos a los que gritan de dolor, este solitario al que siguen todos los aspirantes a retratar el infierno.

-¿Merece la pena dedicar la vida al fotoperiodismo?

-Si, ha merecido la pena. No ha sido una vida fácil, para nada, pero ha sido una vida que, al menos para mí, creo ha tenido significado y sentido. Espero que el trabajo que he hecho también haya transmitido ese significado a otra gente, eso es lo que me motiva para hacerlo.

-¿Qué le empujó a ser fotoperiodista?

-Creo que no tuve elección, la verdad es que sentí la necesidad de hacerlo, tuve que hacerlo. Me siento muy afortunado de poder vivir en una sociedad en la que tuve la opción de poder dedicarme al fotoperiodismo, de intentar conseguirlo.

-¿Recuerda que sintió la primera vez que retrató un conflicto?

-Fue en Irlanda del Norte, en 1981. Durante las huelgas de hambre había sublevaciones diarias en las calles. Yo llevaba ya diez años queriendo ser un fotógrafo de guerra y esta fue la primera vez que lo intenté sobre el terreno. Fue un sensación sobre cogedora poder sentir que la historia estaba sucediendo delante de mí, en tiempo real. Yo intentaba interpretarla sin saber qué iba a pasar de un momento a otro. Fue emocionante, sentí el peso de la responsabilidad de lo que estaba haciendo y al mismo tiempo que había encontrado lo que quería hacer con mi vida.

-Con el bombardeo diario de imágenes de conflictos, ¿se sensibiliza a la sociedad o, por el contrario, se insensibiliza?

-Creo que esas imágenes son necesarias y que nos sensibilizan. Los profesionales de la información tienen acceso a distintas fuentes, lo cual es muy positivo, y podrían pensar que hay muchas imágenes, pero un ciudadano normal no tiene tanto donde elegir para orientarse y necesita conocer esas historias que hay en el mundo. Por eso es beneficioso que haya muchas fuentes y muchas imágenes. La gente tiene capacidad para gestionar gran cantidad de información, tenemos un público sofisticado que es capaz de crear una perspectiva ante todas esas imágenes.

-¿Qué es para usted una buena foto?

-Menuda preguntita. (Se toma unos segundos). No lo llegas a saber hasta que la tienes delante. Para mí las fotos son intuitivas, espontáneas, se basan siempre en la improvisación. Evidentemente todos trabajamos en el mundo real, y en tiempo real, y no sabemos que va a pasar de un minuto para otro, pero sí que tenemos que intentar sincronizar nuestra mente con lo que está sucediendo ante nuestros ojos. Por lo tanto no eres tú el que está por encima de la realidad, no puedes imponer cuales son los elementos de una buena foto, sino que emergen de esa realidad y si tienes la percepción y la destreza, con suerte, capturas el momento.

-¿Por qué la guerra se retrata mejor en blanco y negro?

-No sé si diría que se retrata mejor en blanco y negro; pero es verdad que el color es un fenómeno impresionante en la naturaleza, algo muy potente, tanto que cualquier situación que se vea en la imagen parece que está compitiendo con el color. Quizá es algo del subconsciente, parece que el color intenta robar el protagonismo para convertirse en el tema de la foto. El blanco y negro te deja ver más el significado de lo que está sucediendo, verlo con mayor inmediatez. También tengo que decir que hay muchas fotos de conflictos maravillosas que se han hecho en color en todos estos años y que se siguen haciendo. Pero es cierto que el color es un fenómeno de difícil control.

-¿Como pueden convivir belleza y brutalidad en una fotografía?

-Me parece que es la paradoja de la vida. La belleza y la tragedia, la belleza y brutalidad... Yo creo que coexisten, no se trata de algo que yo fuerce al hacer una foto. Si lo veo no lo rechazo, porque es parte de la vida. Si nos lo planteamos, ha sido una constante en el arte y en la literatura desde tiempos inmemoriables porque existe como tal. No estoy seguro de por qué, pero es así. Si una foto nos muestra algo trágico, sin duda puede ser bonito, pero quizás el objetivo de la foto no era la belleza, sino que la belleza es parte del resultado y a lo mejor esa misma belleza nos ayuda a entender la tragedia. Sin la belleza quizá ni si quiera miraríamos esas imágenes. Puede que ese sea el motivo que da razón de existencia a la paradoja: permitirnos acceder, contemplar y sentir esa fotografía.

-¿Se ha encontrado con reticencias de algún medio para publicar sus imágenes de guerra?. ¿Alguna vez se las han ocultado?

-El trabajo de la prensa es precisamente mostrar esto, es una contradicción terminológica decir que los medios de comunicación no están interesados en hacer su trabajo. Su labor es precisamente mostrar este tipo de imágenes. ¿Por qué cree usted que a un medio de comunicación no le puede interesar que se conozcan esa fotos?

-Por intereses políticos...

-¿Un sesgo político de la prensa?

-Si, por ejemplo.

-Todos nos tenemos que enfrentar con este tipo de sesgos constantemente. Nos tenemos que preguntar cómo vamos a reaccionar ante ellos y también saber si los tenemos nosotros mismos. Supongo que las organizaciones de prensa más válidas no quieran generar propaganda, ni activamente ni por omisión. Yo creo que esas organizaciones tratan de registrar lo que está pasando y mostrárselo al pueblo. Ahora bien, sí hay organizaciones de prensa con ese sesgo político, eso es obvio, y por lo general todos sabemos muy bien cuales son y podemos distinguirlas de otras que sí tienen una buena reputación.

-¿Dónde está el límite al hacer una fotografía de guerra, la línea roja moral ante el sufrimiento de la personas fotografiada?

-Son muchas las situaciones en las que me he encontrado a gente que estaba herida, pero que ya tenía una asistencia médica o de compañeros, ahí poco más puedo aportar como fotógrafo. No somos médicos ni somos trabajadores sociales. Tenemos un objetivo, que es estar allí y fotografiar un conflicto. Ese propósito tiene valor y por eso es muy importante que hagamos nuestro trabajo; pero si que es verdad que hay momentos, de vez en cuando, en los el fotógrafo podría ser la única persona capaz de ayudar y es ahí donde sueltas la cámara y ayudas al herido porque, al final, lo primero, es que eres un ser humano. Conozco a muchos compañeros que son así y que lo han hecho.

-¿Se puede cambiar el mundo?

-Podemos cambiar las cosas de una en una. No creo que podamos hacerlo de una vez, que cambiemos la naturaleza humana, pero sí situaciones concretas y eso es lo que tememos que hacer. Una a una, pero siempre habrá una más. Tenemos que estar comprometidos por siempre jamás con ese proceso de cambio continuo.

-Cuando no está trabajado, ¿le gusta hacer fotografías? ¿Siente, por ejemplo, la necesidad de documentar su estancia en Asturias para recibir el galardón?

-No, para mí la fotografía tiene que tener un objetivo, un propósito. Si no estuviese intentando hacer algo con un valor social no sería fotógrafo.

-¿Tiene cámara en su teléfono móvil?

-Ahora todos los teléfonos móviles tienen cámara. Y, bueno, algunas fotos de recuerdo también hago de vez en cuando.