La Tierra superó alrededor de 1950 más de 12.000 años de Holoceno y vive en una nueva época geológica, el Antropoceno, la primera definida por la acción del hombre, que presenta a la humanidad desafíos desconocidos de los que dependerá su viabilidad como especie.

Esta es la tesis expuesta después de años de investigación por un grupo de expertos de distintos países en el reciente Congreso Internacional de Geología celebrado en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), y que toma cada vez más fuerza entre la comunidad científica.

"Hay un consenso abrumador sobre el hecho de que están ocurriendo cosas en el sistema de la Tierra, en sus procesos geológicos, sobre todo en la superficie", explica a Efe Jan Zalasiewicz, del Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno (GTA), que propone el reconocimiento formal del cambio de época.

"Desde el momento en que ha habido humanos ha habido impacto humano en el planeta, la novedad es que estamos sacando al planeta de su variabilidad natural", aclara Alejandro Cearreta, científico de la Universidad del País Vasco y miembro del GTA.

Pese a la extremada juventud de la era que definen, Zalasiewicz y sus colegas dicen haber identificado numerosos signos en los sedimentos de la Tierra de un cambio irreversible, cuyo alcance y consecuencias son todavía imposibles de predecir.

"El inicio histórico de esta época podría situarse en la explosión de la bomba Trinity, en la prueba nuclear realizada en 1945 en el desierto de Alamogordo, en Nuevo México", apunta Cearreta.

Las primeras evidencias de isotopos radioactivos en los sedimentos -como consecuencia de la explosión de la bomba- datan de 1952, la segunda fecha que el GTA baraja para establecer el punto de partida del Antropoceno.

Entre las alteraciones de la nueva época más fáciles de percibir destacan los traslados y modificaciones de miles de millones de toneladas de rocas, tierra, arena, piedra caliza o grava para la construcción de carreteras, vías de tren, hospitales, proyectos inmobiliarios o comerciales y aeropuertos.

Estas superficies relativamente nuevas han creado los llamados estratos urbanos: "masas de ladrillo, cemento, acero, vidrio o plástico" fosilizables que con el paso del tiempo acaban siendo parte de la piel de la Tierra, afirma Zalasiewicz.

Del mismo modo, las modificaciones que el ser humano ha llevado a cabo con animales y plantas, tanto en número, tamaño y estructura, como en su localización geográfica, definirán el aspecto y la composición de las últimas capas del planeta cuando sus huesos y restos se hayan petrificado.

Uso de pesticidas

Zalasiewicz menciona también los cambios en los ciclos del carbono, el nitrógeno o el fósforo provocados por el uso de pesticidas y otras sustancias químicas, que "en millones de años" tendrán repercusiones en la composición de los estratos terrestres.

"Hay aspectos positivos en este proceso", señala el profesor, que se refiere a unos avances tecnológicos "esenciales" para conseguir unas cotas inéditas en la calidad de la vida humana y sostener su explosión demográfica.

Sin embargo, esta revolución también ha traído consigo "consecuencias no deseadas" como el calentamiento global, el crecimiento del nivel de los océanos o la enorme y creciente demanda de energía.

"Las generaciones futuras deberán ocuparse de estos asuntos, y serán considerados problemas", vaticina Zalasiewicz, que recuerda que en todos los grandes cambios ha habido "ganadores y perdedores", como lo fueron los dinosaurios.

Para él y sus colegas del GTA, como Michael Wagreich, la declaración formal del Antropoceno contribuiría a atraer la atención hacia los retos que enfrenta el hombre, y a gestionar la situación para evitar que la humanidad sea esta vez la perdedora del cambio.

Mientras trata de ganar apoyos en foros internacionales como el de Ciudad del Cabo, el GTA sigue recopilando pruebas para poder presentar, en dos o tres años, una proposición formal ante los órganos decisorios de la comunidad científica de geólogos.

Aunque estos procesos están sometidos a un riguroso escrutinio y pueden llegar a prolongarse durante décadas, Wagreich se declara "optimista" sobre sus posibilidades, y ve en "el creciente sensibilidad" sobre un "cambio global" que "ya puede verse en los registros geológicos" un fenómeno sin vuelta atrás.

"La aprobación formal supondría un espaldarazo a todas las personas y colectivos ambientalistas que consideran que el impacto humano sobre el planeta es excesivo y que tenemos que modificar nuestro comportamiento como especie", dice Cearreta.