La Guerra Civil no sólo dejó herida a la población española, sino que las ciudades y sus edificios también fueron objetivo de las balas que, 80 años después, se han convertido en huellas imborrables del terror de aquella trágica etapa de nuestra Historia.

Quizá hayamos pasado muchas veces delante de construcciones con pequeñas marcas en sus fachadas, y quizá también nos hayamos preguntado qué las provocaron. Puede que muchas de ellas sean causa del paso del tiempo y la mala conservación, pero en el caso de algunos edificios repartidos por nuestra geografía se trata de las cicatrices de la Guerra Civil.

Si poblaciones enteras como Gernika desaparecieron en un sólo día, el 26 de abril de 1937, otras consiguieron mantenerse en pie pese a que algunas de sus zonas habían sido levantadas apenas unos años antes.

Éste fue el caso del Campus de Moncloa de Madrid, que comenzó a edificarse en 1927 y que, cuando llegaron las tropas sublevadas a la capital (finales de octubre de 1936) aún estaba en plena construcción; eso sí ya contaba con bastantes edificios como las facultades de Filosofía y Letras, Medicina o Farmacia.

Precisamente en la actualidad sólo hace falta situarse frente a las paredes exteriores de esta gran construcción para los vestigios de esta contienda, donde incluso algunas de sus ventanas padecen aún estas heridas.

Pero en otras ciudades, edificios considerados como joyas que engalanan las calles también fueron el objetivo de las tropas, como el ayuntamiento de San Sebastián (antiguo casino de fama europea) y su afamado hotel María Cristina. En ambos, los impactos lucen como cicatrices de un pasado olvidado, pero que siempre hay que tener presente para no volver a repetirlo.

En concreto, las ventanas de este alojamiento son auténticos libros de historia ya que las que cuentan con mayor número de disparos llevan a entender que fue ahí donde se situaron los puestos de los tiradores.

Otra ciudad que presume de edificios, Oviedo se convirtió en un campo de batalla en dos ocasiones: la Revolución de Octubre de 1934 y el asedio que vivió durante la Guerra Civil. Como consecuencia de ello, todavía conservan impactos en una de las puertas de la catedral, lugar que se convirtió en un puesto estratégico para los expertos tiradores.

El patrimonio inmobiliario religioso no se libró de estos daños, y en las iglesias de San Juan y de San Pedro de los Arcos los asturianos aún conservan proyectiles sin estallar que pueden verse en sus fachadas.

Aunque sin duda, los cementerios y sus tapias se convirtieron en lugares del pánico donde fueron asesinados miles de españoles, como lo cuentan los impactos de bala que hay en la necrópolis de San José, en Granada.

Un lugar que llama la atención, ya que junto a esos agujeros los familiares de los fusilados grabaron pequeñas cruces; testimonios de tristeza en una tapia que actualmente está dedicado a las víctimas del franquismo asesinadas por defender la legalidad democrática.

En Alcoy (Alicante), pese a no ser zona de guerra directa, esta contienda sí que dejó la ciudad marcada debido a los siete bombardeos que llevó a cabo la aviación italiana de Mussolini, aliada de Franco.

Por eso, se trata de una localidad con un reguero de huellas llamativas como los restos que se pueden contemplar en las paredes de algunos edificios como el edificio Cervantes o las llamadas "Casas Rojas".

Aunque España cuenta con muchas más huellas de la Guerra Civil, éstas son algunas de las construcciones que en pleno siglo XXI se mantienen en pie como auténticos hitos de una parte de nuestra Historia que han sobrevivido al paso del tiempo para convertirse en parte de nuestra memoria.