Somos lo que compramos. Sobre ese principio la cadena de grandes almacenes estadounidense Target, la sexta mayor del país, construyó un programa de análisis de datos que logró identificar a sus clientas embarazadas. A fin de venderles más productos apropiados a su estado, evidentemente.

Hicieron "minería de datos" y así lo supieron. El responsable del programa de fidelización de clientes, un estadístico, vio que había patrones en la compra de lociones. Las embarazadas compraban más cantidad de loción sin aromas en el segundo trimestre de embarazo. Otro patrón: en las primeras veinte semanas de gestación compraban complejos multivitamínicos con calcio, magnesio, zinc... Así encontraron 25 productos que permitían asignar a cada compradora una puntuación de "predicción de embarazo". Y, sobre todo, el método facilitaba asignar la fecha del parto. De este modo Target enviaba a sus clientes cupones para cada necesidad específica en las distintas etapas del embarazo.

Ellos sabían qué clienta en cada momento concreto estaba esperando un bebé puesto que la cadena de supermercados asignaba a cada compradora un número "de invitado" que estaba vinculado a su tarjeta de crédito, a su nombre y a su correo electrónico. Los datos de esos productos marcados para embarazadas se iban acumulando e iban perfilando la situación personal de la compradora. De esta manera se produjeron situaciones como la del padre que ignoraba que su hija adolescente estaba esperando un bebé hasta que empezó a recibir en su casa información de todo tipo sobre productos para recién nacidos. Los datos le anunciaron que iba a ser abuelo.