A diario trabajan en empresas de telecomunicaciones, materiales de construcción o informática, pero cuando llega el fin de semana? se dedican a bordar las canciones de la mítica banda británica Pink Floyd ante cientos de aficionados. Así es Pink Tones, una banda que huye de las etiquetas y busca un sitio aún por explorar: "No somos ni un grupo tributo ni clónico, ni nos disfrazamos ni nos parecemos a Pink Floyd; solo nos dedicamos a tocar sus canciones como un director de orquesta interpreta la partitura de Beethoven". Esta noche regresan al Teatro Zorrilla, donde hace exactamente un año agotaron las entradas.

La historia de los Pink Tones nació en el año 2003, cuando el guitarrista Álvaro Espinosa comenzó a reclutar músicos en Madrid para recrear la "partitura" de los británicos. El teclista Nacho Aparicio escucho la llamada y se trajo de la mano a Cefe y a Antonio Fernández, bajista y batería respectivamente. Se conjuraron para hacerlo bien, pero nunca pensaron que lo harían tan bien. Así es como fueron cambiando las salas de cincuenta personas por otras más grandes: ciento cincuenta, trescientas, mil, dos mil personas? "La gente es la que ha apostado por este proyecto, nosotros simplemente nos dejamos llevar", explica el teclista Nacho Aparicio.

La clave de la banda radica en que tocan porque quieren. "Compaginamos la música con el trabajo y la familia. Lo bueno es que sacamos tiempo para hacer algo que nos gusta; si fuera una obligación, lo dejaríamos", reconoce Aparicio. Eso no los libra de los lógicos comentarios en el trabajo. "Los compañeros de oficina están bastante sorprendidos de trabajar con personas que llenan salas importantes del país", revela el teclista.

Desde los primeros conciertos, en 2004, los Pink Tones decidieron reinvertir los ingresos en equipos, maniobra que les ha permitido mejorar su sonido hasta acercarlo, como en una máquina del tiempo, a los años setenta. El propio Nacho Aparicio cuenta que él empezó con "un par de teclados genéricos" y ahora cuenta con todo un arsenal de teclas que "nos ha permitido avanzar hacia el sonido que queremos". Llegados a este punto, la pregunta es evidente: ¿Ya suenan como quieren? "En 2010 nos dijimos que habíamos logrado el sonido que buscábamos, pero cada año conseguimos mejorarlo y ahora sí que podemos decir que estamos satisfechos", reconoce la banda.

Pink Floyd no fue un conjunto más. En sus vídeos, en sus espectáculos, intentaron transmitir un mensaje a sus seguidores, frecuentemente con una carga filosófica. Lograr esa atmósfera ha sido, precisamente, el mayor reto para el grupo. "Cada tema es una lucha por intentar dominarlo y transmitirlo. Hay canciones como Wish you were here que parecen fáciles, pero hemos tardado en darle el aire que queríamos", precisa Aparicio.

Dos hechos supusieron dar un salto de calidad en su trayectoria. De un lado, la incorporación de equipos audiovisuales para la puesta en escena, como un gran círculo de tres metros de diámetro de fabricación propia donde proyectan imágenes. Por otro, la consolidación de un coro femenino, que actualmente comparten Belén y Cris, tras la marcha de Ángela Cervantes. Sus voces casan "a la perfección" con el estilo de los Pink Tones.

¿Por dónde camina el futuro de la banda? Por la misma senda recorrida en estos doce años. Acaso, los músicos se plantean sacar su espectáculo a Francia y Alemania, pero siempre con una máxima: ilusión y "respeto" por Pink Floyd. Esta noche, en el Teatro Zorrilla de Valladolid, lo volverán a hacer. Pero sin disfrazarse ni montar un circo. Con la única pretensión de resucitar la partitura de la mítica banda británica callada desde 1985.