C. Jiménez

Caracoles que responden a estímulos olfativos, hormigas rescatadoras, peces que aprenden cuándo retirarse en la lucha por la comida; estos son tan solo algunos de los ejemplos investigados en los últimos años por los expertos en la denominada función biológica del aprendizaje animal. Ahora, investigadores de la Universidad de Oviedo, en colaboración con la profesora estadounidense Karen Hollis (del Mount Holyuke College, de Massachusetts), se han propuesto dar un paso más para entender cómo aprenden los animales. Y para ello, han modificado un experimento clásico que hizo célebre al fisiólogo ruso Iván Pavlov y que dio lugar a las teorías de condicionamiento clásico (o Pavloviano).

Estas teorías sostienen que el aprendizaje se produce al presentar de forma conjunta y repetida dos estímulos. Y si Pávlov utilizó perros para probar su teoría, los investigadores españoles han elegido un animal insospechado: el caracol.

En el experimento, los científicos de la Universidad de Oviedo dispusieron en una zona una determinada esencia. Sobre una rejilla dejaron un trozo de zanahoria y permitieron al caracol comer durante dos minutos. "Eso se repite varias veces, y al final, si se le pone el olor solo, el caracol baja uno de los tentáculos que utiliza para buscar alimento", explica el profesor de Psicología Ignacio Loy, codirector junto a la estadounidense Karen Hollis de la tesis de Beatriz Álvarez, investigadora de la Ficyt, sobre el comportamiento de estos animales.

A raíz de los experimentos con estos invertebrados se observó que los caracoles que se sometieron de manera prolongada al estímulo del alimento bajan más que otros ese tentáculo característico para buscar comida. "A partir de este resultado se pueden hacer más cosas: podremos ver si el condicionamiento les sirve para encontrar mejor alimento o para optimizar el tiempo que emplean para comer. E incluso ver algún aspecto relevante que puedan adaptar para su supervivencia y si esa adaptación hace que coman más rápido", continúa Álvarez. La investigadora realizó una estancia de tres meses en el Mount Holyuke College, de Massachusetts, para profundizar en el comportamiento animal junto a la profesora Karen Hollis. En EE UU, la investigadora española tuvo oportunidad de participar en los experimentos con "hormigas que aprenden".

Estos insectos han demostrado ser capaces de detectar cuándo una de sus compañeras se encuentra en situación de peligro. Y elaboran una estrategia para rescatarla. Primero, emiten unas feromonas para advertir del riesgo al resto, son capaces de detectar el origen de la amenaza y, además, acuden en ayuda de la compañera que se encuentra en apuros. "No son robots", aclara la profesora estadounidense para referirse a unos animales capaces de aprender ciertos hábitos basándose en desarrollos complejos del comportamiento, algo que hasta ahora se consideraba exclusivo de los seres humanos.

"Todos somos animales", apunta el profesor Ignacio Loy. En el caso de las hormigas, se ha estudiado la influencia del aprendizaje en la adaptación de la larva hormiga león, que ha llegado a desarrollar un comportamiento de rescate de sus compañeras. Es la denominada ecología conductual (behavioral ecology, en su denominación anglosajona).

"Tenemos que ser cuidadosos a la hora de interpretar su comportamiento", opina Hollis. La profesora estadounidense comprobó que si se ataba una hormiga a un trozo de papel de filtro con un hilo de nailon sus compañeras intentan sacarla por las patas y no de las antenas porque son muy delicadas, ya que las emplean para comunicarse. Es decir, las hormigas son capaces de "aprender y dirigir la conducta de rescate". No sólo son capaces de retirar los granos de arena que rodean a la hormiga atrapada sino que muerden el hilo de nylon al que se ató a la víctima, reconociendo así que es ese elemento el que la tiene atrapada.

"No se puede decir que fueran comportamientos completamente instintivos, parece que son capaces de comprender, que es un hilo, que es un papel?", argumenta Ignacio Loy. "El movimiento de la arena también lo repiten cuando hay un desprendimiento en el momento en que van en busca de comida", prosigue la asturiana Beatriz Álvarez.

"No son robots, de ninguna de las maneras", repite una y otra vez Hollis para apoyar su teoría de la complejidad de las conductas aprendidas en el mundo animal.