Con su figura quijotesca, su mirada a veces torva, a veces distraída, y su voz de trueno, Fernando Fernán-Gómez (1921-2007) ocupa un lugar de privilegio en el panteón de los actores del cine español. Pero el legado de este cineasta total, al que John Hopewell llegó a identificar como "el artista más vigorosamente nacional de España", no se reduce a su labor sobre los escenarios. En su nutrida trayectoria, Fernán-Gómez ejerció además de escritor, guionista, dramaturgo y director de cine. Una faceta, esta última, en la que los estudiosos lo sitúan también entre los más grandes de nuestro cine, y que ha cobrado nueva actualidad gracias al estreno, medio siglo después de "El mundo sigue", una de sus obras mayores.

Nacido en Sudamérica durante una gira de su madre, la actriz Carola Fernán Gómez, el joven Fernando era fruto de una relación extramarital que provocó que su padre, también artista, nunca le reconociese. Desde niño, Fernán-Gómez sintió la vocación de actor.

Fue nada menos que Enrique Jardiel Poncela quien, en 1940, descubrió al joven actor, que debutaría en el cine en 1943, en la película "Cristina Guzmán", de Gonzalo Delgrás. Durante los años siguientes trabajaría con los cineastas más relevantes del cine español, como Edgar Neville, Luis García Berlanga o José Luis Sáenz de Heredia, quien le dirigió en "Bambú" y "El destino se disculpa", dos películas que le lanzaron al estrellato.

Tras asentarse como uno de los actores favoritos del público español, Fernán-Gómez se pasó, en 1953, al otro lado de la cámara. "Manicomio", dirigida a cuatro manos con Luis María Delgado, fue su primera película en este ámbito.

Tras adaptar "El malvado Carabel" (1955), novela de Wenceslao Fernández Flórez, Fernán-Gómez dio un paso adelante en su faceta de director con "La vida por delante" (1958) y "La vida alrededor" (1959). Pero su trayectoria se vio frenada por los problemas acumulados por dos películas que no tardarían en recibir el apelativo de "malditas": "El mundo sigue", rodada en 1963, y "El extraño viaje", de 1964.

La primera, vigorosa adaptación de la novela original de Juan Antonio Zunzunegui, sufrió primero la prohibición de su guión. Aprovechando el retorno a la dirección general de cinematografía del aperturista José María García Escudero en 1962, Fernán-Gómez logró que se aprobase el guión y filmó la película.

Pero "El mundo sigue" no gustó a los miembros de la Junta de Clasificación y Censura, que la calificaron como una película inferior, de Segunda categoría "A", lo que limitaba las ayudas que podía percibir el filme y, en la práctica, suponía que se descartase su estreno. La productora procedió entonces a eliminar las secuencias más escabrosas para obtener un fallo más benigno, algo que consiguió a finales de 1964, cuando la Junta revisó la película y le otorgó una "Primera B". "El mundo sigue" pudo ser estrenada en un cine de Bilbao en el verano de 1965, pero su carrera comercial murió ahí.

No le fueron mejor las cosas su siguiente filme, "El extraño viaje", que tardaría cinco años en estrenarse. Ambas películas son consideradas hoy obras esenciales del cine español y muestras relevantes del esperpento cinematográfico, aunque Hopewell considera que lo realmente esperpéntico fue "la desafección de Fernán-Gómez", que tras estos dos fracasos "concentró casi todo su talento creativo en una cinematografía enteramente comercial".

Con la democracia, el cineasta recuperaría buena parte de su vigor. En paralelo a su siempre activa carrera como actor, se reveló como dramaturgo con "Las bicicletas son para el verano" (1984) y reivindicó su talento como director con "El viaje a ninguna parte" (1986) y esa réplica mordaz y putera a Lubitsch que es "Las mujeres de mi vida" (1992), una pequeña joya rodada para televisión.