Con la ley de La Torá en la mano o con el armamento de guerra más sofisticado y letal, las mujeres de Israel adquieren cada vez más protagonismo en la consolidación y protección, a su modo, tan diferente, de un país fundado hace 67 años por el sionista David Ben-Gurion para acabar con la diáspora de los judíos a lo largo de su historia milenaria.

"Tenemos que trabajar por un milagro", comenta al referirse al enconado conflicto palestino-israelí la rabina Miri Gold (1949) en el Kibutz Gezer al que llegó desde Detroit acompañada de otros judíos norteamericanos en 1977. Gold, ordenada en 1999, pertenece a la comunidad semita reformista y se convirtió en 2005 en la primera rabina reconocida por el Gobierno sionista.

También es una pionera, pero en este caso del potente Ejército israelí, la general Rachel Tevet-Wiesel, quien encontró en la Armada el "mejor sitio para cambiar y contribuir a la consolidación" del país.

Gold y Tevet-Wiesel ejemplifican el empeño imparable de las mujeres israelíes por mostrar al mundo una nueva imagen de la compleja sociedad de un país donde conviven judíos, árabes y cristianos marcados por la tragedia del Holocausto y las tensiones fundacionales con Palestina y el resto del mundo árabe.

"Siempre será mejor trabajar juntos que separados", continúa Miri Gold al lanzar un guiño a los ciudadanos de los países islámicos que ven a Israel como el enemigo a abatir. La rabina Gold, empecinada defensora de la justicia social, se pregunta si la paz se conseguiría antes si las soluciones a los conflictos estuviesen en manos de mujeres. Sin solución de continuidad se responde a sí misma: "sería bueno pensar así, pero creo que tenemos que contar con todo el mundo" y añade su lamento por la reciente victoria de Benjamin Netanyahu en las elecciones. "Poco van a cambiar las cosas respecto a las relaciones con los islámicos de Hamás", vaticina resignada esta religiosa a la que llaman "ingenua" por creer firmemente que la paz y la convivencia entre árabes y judíos no son una entelequia.

Casada, madre de tres hijos e hija de judíos rusos que emigraron a Estados Unidos en 1907, Miri Gold inició sus estudios de la Torá a los 44 años ante la vergüenza inicial de su familia que no veía con buenos ojos su protagonismo en la aljama. "Comencé a liderar los servicios de la sinagoga del Kibutz y preparaba a los chiquillos para los bat mitzvahs y bar mitzvahs", relata al referirse a las celebraciones semitas con las que los niños pasan a la edad madura y se hacen responsables de sus actos. En 1994 Gold entró en el Colegio Hebreo para empaparse del movimiento reformista de origen ashkenazí que preconizó el rabino alemán Abraham Geiger a principios del siglo XIX para defender la autonomía individual en la interpretación de los preceptos religiosos.

"Es necesario conocer las reglas del judaísmo y luego tomar tus propias decisiones", proclama Gold, quien se revuelve ante la "ignorancia" y la "desidia" de las mujeres ultraortodoxas que cuidan sumisamente de las familias y mantienen a unos maridos que se pasan la vida estudiando la Torá financiados por judíos de Norteamérica. "La intolerancia no es el mejor camino para lograr la paz", responde ante las críticas que aún recibe de las comunidades semitas más tradicionales y contenta por el apoyo que ha conseguido de gran parte de la sociedad israelí.

El 35 por ciento de los israelíes apoya el reformismo, el 25 por ciento se declara secular y el resto oscila entre la doctrina ortodoxa y la minoría ultraortodoxa. "Un judío tiene que ser moderno", prosigue la rabina que ha abierto el camino a otras mujeres para oficiar con los mismos derechos que los hombres los servicios religiosos en las sinagogas de todo el mundo.

La modernidad es también la bandera que enarbola la general Rachel Tevet-Wiesel (Tel Aviv, 1963), la máxima responsable del potente Ejército israelí que al igual que la rabina Gold muestra sin pudor su rechazo a la cerrazón de los judíos ultraortodoxos que disfrutan de privilegios en la exigente Armada sionista por su dedicación religiosa. "Si somos una nación, tenemos que estar todos juntos", reflexiona esta mujer de origen alemán que ha encontrado en la artillería la mejor herramienta para defender a su país.

Tevet-Wiesel, abogada y madre de tres hijos, lidera un batallón de mujeres que representa un tercio de la Armada israelí que promueve la igualdad de oportunidades desde antes de la fundación de la nación. Es un Ejército único en el mundo al que tanto chicos como chicas tienen que prestar servicio al cumplir 18 años durante al menos 24 meses.

La revolución en la milicia sionista se produjo en las convulsas décadas de 1970 y 1980 durante las guerras de Yom Kippur (1973) y del Líbano (1982). "Fue en aquella época cuando las mujeres comenzamos a entrar en puestos de combate" reservados hasta el momento a los hombres, explica la general mientras recuerda la heroicidad de Alice Miller, la piloto civil que en 1995 logró que la Corte Suprema israelí le diese la razón para poder combatir desde el aire a los enemigos de Israel. Desde ese momento, todos los puestos del Ejército están abiertos a las mujeres excepto los del combate extremo de infantería, caballería y servicios especiales.

"Es normal", asegura Tevet-Wiesel, convencida de que "hombres y mujeres no son iguales" en cuanto a la resistencia física. "Lo que yo quiero es que cada vez haya más mujeres en puestos tecnológicos", propone orgullosa de que el Ejército ofrezca formación muy especializada a los jóvenes antes de incorporarse al mercado laboral. Las mujeres también son reservistas y prestan servicio un mes al año hasta que cumplen los 38 o tienen su primer embarazo.

La general Tevet-Wiesel presume de formar parte de la organización más importante en la sociedad sionista, se define como religiosa y defiende las habilidades que proporciona la Armada a las personas: "es el mejor lugar para aprender a tomar decisiones rápidas con responsabilidad y echando mano de la innovación y de las nuevas tecnologías", subraya.

"Las mejores profesionales salen siempre de este Ejército", se vanagloria antes de lanzar un mensaje tajante cargado de sionismo: "Como soy religiosa quise estar en el Ejército porque si queremos estar en nuestra Tierra Prometida no nos queda más remedio que protegerla", concluye.