Habla pausado, es muy educada y transmite convicción. Sus ojos se siguen humedeciendo al hablar de Vicente Ferrer, el "santo laico" que revolucionó la India rural. Sus padres nacieron en Real de Gandia, donde él vivió de pequeño. La británica Anna se enamoró de él en 1968. Juntos vivieron una vida de película. Él murió. Ella sigue en Anantapur (India). Es su vida.

-Conquistamos un cometa con la sonda espacial Rosetta mientras medio mundo pasa hambre y tiene a mujeres sin derechos. ¿Qué especie somos?

-Somos humanos, pero a veces no ponemos los fondos y la atención donde toca. Si cada persona pensara en su capacidad de erradicar la pobreza, no habría pobreza en el mundo. Yte pondré un ejemplo: en Anantapur hay 100.000 familias pobres. Cada una de ellas tiene en casa una hucha de barro. Cuando tienen una o dos rupias, las meten en la hucha. Así durante un año. Y el día del aniversario del nacimiento de Vicente [Ferrer], las abren. ¿Sabes cuánto recogimos este año? ¡200.000 euros!

-Quiere decir que está en nuestra mano.

-Sí, en nuestra mano. Cada persona -tú, yo, él, el otro- solo tenemos que pensar qué es la pobreza en este mundo, que hay niños que se van a dormir sin comer. ¡Yo no puedo dormir con hambre! Nosotros podemos cambiarlo. Pensamos que solo somos una persona. "¿Qué puedo hacer yo?", se preguntan muchos. Pues sí: puedes. Hay muchas causas en este mundo: selecciona una y apóyala. Ése es el deber de cada uno de nosotros. Y no importa si eres pobre o rico.

-¿Usted sufre por la parte de egoísmo que a veces puede aflorarle en su día a día?

-¿Egoísmo? Creo que no tengo egoísmo (Risas). Disculpe la falta de humildad y espero que no suene mal, pero es que me gustan mucho las personas, la compañía de las personas y estoy todo el día haciendo lo que me dijo Vicente antes de morir. Me dijo: "Anna, si piensas siempre en los pobres y en sus necesidades, nunca te equivocarás". Y eso es lo que estoy haciendo. Y lo cierto es que no tengo mucho el problema del egoísmo.

-Usted conoció a Vicente Ferrer cuando era periodista y fue a entrevistarlo. ¿Qué le preguntaría hoy allá donde esté?

-"Cuál es tu opinión de cómo vamos en Anantapur? ¿Lo estamos haciendo como tú hubieras querido?". Seguro que diría que sí. Mira: han pasado cinco años de su muerte. Durante los primeros cuatro años, todo el mundo me preguntaba si soñaba con él o podía hablar con él, porque pensaban que nuestros 41 años juntos lo harían posible. Pero en esos cuatro años no soñé con Vicente ni una vez. Y tenía que contestar: "Lo siento, pero no". Sin embargo, este año he soñado con Vicente. En el sueño mantenía una conversación con él tan clara y tan bonita? Te la cuento: él solía andar cada día por nuestros campos, visitando las oficinas y los voluntarios. En mi sueño, él estaba visitando las oficinas y, mientras, nosotros estábamos organizando una reunión para el aniversario de su muerte. Y yo le preguntaba: "Vicente, ¿cómo puede ser que estemos organizando un acto por tu muerte y tú estés aquí?". Y él me respondía: "Anna, estoy siempre aquí, vigilando todo el trabajo y yendo a todos los pueblos". En Anantapur todo el mundo sigue sintiendo la presencia de Vicente

-¿Qué le ha enseñado la India?

-Cuando llegué a la India me sentí en casa inmediatamente. Me ha enseñado la naturalidad de la vida. Están felices con lo poco que tienen. Están felices charlando. Quizá no tengan televisión, pero les gusta pasar las horas juntos. Y el valor de la familia, que allí es muy importante. Cuando una persona tiene sueldo, aunque sea pequeño, ayuda a toda la familia extendida que lo necesita.

-¿Y lo que vivimos aquí es vida?

-Sí, es vida, es vida. (Risas)

-¿Y por qué se ríe?

-Dicen que se han perdido los valores en España. Pero nosotros recibimos 1.800 visitantes españoles al año, tenemos 130.000 padrinos y 30 ó 40 voluntarios. Hay mucha gente buena. En cada persona hay un buen corazón

-¿Qué es peor en un territorio con dificultades: la crisis o la parálisis que genera?

-Quizás la parálisis. Porque, en India hemos tenido crisis, post-crisis, post-crisis, post-crisis? Pero la gente acepta las crisis, las dificultades, y sigue adelante.

-Hay gente que sueña con tener un Ferrari. ¿Cuál es su Ferrari?

-¿Mi Ferrari? (Risas) Mi Ferrari es la felicidad de los demás.

-¿Es lo que más ilusión le hace?

-Sí. Y cuando lo consigo estoy muy satisfecha.

-Usted es feliz.

-Yo estoy siempre feliz. Cada día me levanto ya feliz.

-¿Qué hace falta para serlo?

-Hay que tomarse las cosas como vienen.

-¿Cerramos los ojos ante la miseria porque no nos importa o para no verla y sentirnos mal?

-A veces, la gente está cansada de ver tanta pobreza. Porque cree que no puede hacer nada o no tiene la responsabilidad de hacer algo. ¿Pero sabes lo que dice toda la gente que viene a Anantapur y ve todo el trabajo que hemos hecho en 41 años? "Nunca pensamos que esta contribución tan pequeña de 18 euros al mes podría producir tanto bien?". Haz lo que te gusta, pero ayuda en algo, en España o en el extranjero: todos tenemos la responsabilidad de ayudar a otras personas. Si lo haces, te sentirás muy feliz.

-¿De qué se arrepiente?

-De que Vicente tuviera 27 años más que yo y no pudiera vivir más tiempo conmigo.