"Si el Rey ha sido un personaje tremendamente popular, con una capacidad de servicio indiscutible, la Reina ha resultado una persona intachable, sin un solo borrón en su carrera. Más allá de cualquier desencuentro, han formado un tándem ganador, que ha facilitado la etapa más larga de democracia en España".

Que el prólogo de 'Un té en el Savoy' vaya firmado por el armador José Cusí, íntimo amigo de don Juan Carlos I, ya adelanta que el libro de Màrius Carol se desmarca de novedades editoriales poco amables con los monarcas. El subtítulo lo confirma: 50 años de servicio a España. Y la fotografía de portada, con una juvenil pareja real sonriente y abrazada, no deja lugar a las dudas. A dos meses de sus bodas de oro –el 17 de mayo–, Carol deja a un lado las supuestas infidelidades del Rey expuestas por Pilar Eyre en su polémico libro 'La soledad de la reina' y se vuelca en el lado feliz de la relación.

Arranca Carol su relato con un primer encuentro del futuro matrimonio, cuando la reina Federica de Grecia organiza un crucero en el barco 'Agamenón', en 1954, para las casas reales. Objetivo: que surjan relaciones que puedan acabar en matrimonios. Entre los herederos presentes figuraban "Sofía y Juan Carlos, que tenían la misma edad, dieciséis años". Sofía, recuerda Carol, "era hija de un rey que a los seis meses de volver del exilio accedió al trono, al morir Jorge II de una trombosis coronaria. Era una muchacha seria, disciplinada, tenaz".

Discretamente extravertida a causa de su timidez, pero muy agradable en el trato. Hablaba griego e inglés. Le gustaba leer, escuchar música, bailar. Cuando subió al 'Agamenón' llevaba tres años en una prestigiosa escuela de élite de Salem, que había sido fundada por un pedagogo judío-germano llamado Kurt Hahn, que llegó a ejercer de diplomático. Su madre quería que aprendiera el alemán (la reina era natural de Hannover), al tiempo que pretendía que tuviera una educación más europea y que ganara en independencia, severidad y autonomía.Y, además, que superara su timidez.

"Era evidente que Juan Carlos y Sofía, aparte de su condición de príncipes y su timidez, tenían aparentemente pocas cosas en común. Ni el tipo de educación que habían recibido, ni sus inclinaciones intelectuales, ni el entorno en que vivían, se parecían en nada. A bordo del 'Agamenón' se trataron poco, aunque Sofía asegura que se fijó en él. En el libro de Pilar Urbano la Reina manifiesta que era simpatiquísimo, muy divertido y muy bromista. Incluso le califica cariñosamente de gamberro (...). Juan Carlos no llegó a sacarla a bailar en ninguna ocasión, a pesar de que la jornada acababa con música, lo que la Reina justificó años después por la mayor afinidad de 'los de Barcelona' con las familias francesas e italianas (...). Juan Carlos recuerda, en cambio, que Sofía le comentó que estaba aprendiendo judo y él bromeó sobre ello diciendo que eso le iba a servir de bien poco. La joven respondió con una sonrisa al tiempo que le pedía que le diera la mano, procediendo de inmediato a tirarlo al suelo con una llave de judo ante su expresión de desconcierto".

"Querida Sofi: pienso muchas veces en ti"

No parecía un buen augurio, pero tiempo después las cosas cambiaron. Y de qué forma. Ambos fueron invitados en Londres a la boda del príncipe Eduardo de Windsor, duque de Kent, y lady Katherine Worsley, en la abadía de Westminster, el 8 de junio de 1961. "Asistieron a una recepción con cena de gala en el emblemático hotel Savoy, donde Juan Carlos y Sofía se sentaron juntos en la misma mesa. 'Fue entonces cuando empezamos a sentir el tirón del atractivo', explicó ella años más tarde. A Sofía, el apuesto príncipe español le pareció un joven encantador, amable y tremendamente simpático. Nada que ver con aquel muchacho atolondrado que había conocido a bordo del Agamenón, unos años antes. La princesa griega hubiera querido que aquella velada no terminara nunca (...). Sofía pidió un té para alargar la sobremesa...".

Una postal escrita por el futuro monarca español dejó claro que él también había quedado prendado: "Querida Sofi: pienso muchas veces en ti. ¡Qué bien lo pasamos en la boda! ¿Cuándo volveremos a vernos? ¿Qué haces ahora? Te recuerdo mucho. Besos. Abrazos. Y mucho amor, Juan Carlos". Sofía le pidió a la reina Federica que invitara a 'Juanito' a pasar las vacaciones de verano en Corfú. El sitio más maravilloso para enamorarse, según la reina Federica. Y qué razón tenía: al otoño siguiente se comprometían. "Juan Carlos lo hizo a su manera: le regaló un anillo y la besó. Sobraban las palabras". Y llegaron los hechos.

Una pareja con "aparentemente pocas cosas en común", pero un "gran equipo" que se complementa "perfectamente". Carol desgrana anécdotas, desde la decisión de la princesa griega de afeitar al rey porque no le gustaba nada "con ese horrible bigote" hasta su visita a Bangkok, cuando Sofía se enamoró de un zafiro en una joyería de precio prohibitivo. Cinco años después, en otro viaje a la zona, ella no se había olvidado de la joya, pero ya no pudo encontrarla.

Aquella noche, Juan Carlos le regaló un estuche. Y dentro... Carol relata los entresijos de la boda, las relaciones de la pareja con el dictador Franco y su peligroso entorno, la luna de miel por Oriente, el nacimiento de la Infanta Elena, la angustia de Don Juan Carlos ante el golpe en Grecia con Doña Sofía en Tatoi, el nacimiento de Felipe, la agria discusión por el trono en Estoril, la lucha por salir adelante en una transición "sin manual de instrucciones", el negro episodio del golpe de estado del 23-F, una emocionante carta del republicano Felipe González que el Rey, emocionado, "leyó a su familia", cómo el fallecimiento de Don Juan "unió especialmente a don Juan Carlos y doña Sofía" o la irrupción del banquero Mario Conde en el universo real. Y también, en unos tiempos muy complicados en la vida privada del monarca, el cese del asturiano Sabino Fernández Campo como jefe de la Casa del Rey, algo que no gustó nada a la Reina: "Sabía de la lealtad de Sabino, con quien mantenía una excelente relación personal, pero Juan Carlos entendió que su tiempo había pasado y que no necesitaba un empleado que le riñera todo el tiempo". Y resalta el papel de mediadora de doña Sofía para que el rey aceptara a Letizia Ortiz como esposa para su hijo: "Acabó por convencer a su esposo de que Letizia podía ser la compañera ideal del Príncipe y que el haber crecido en el mundo real, lejos de ser un inconveniente, podía ser una ayuda imprescindible para cuando Felipe de Borbón accediera al trono".

¿Y el futuro? "Felipe VI, que será el primer rey con un título universitario, complementado con un máster en Washington, tendrá a su lado por primera vez a una princesa que no es de sangre real, pero que dispone de las cualidades que se le exigen a la persona que debe desempeñar el cargo: inteligencia, disponibilidad, dedicación, rigor, espíritu de sacrificio.

Letizia Ortiz no ha cometido un solo error desde que representa a la Corona y, sin duda, ha contribuido a darle cercanía y calidez al príncipe". Y una anécdota final reveladora. En cierta ocasión el Rey dijo de Sofía que es "una gran profesional". A ella no le gustó nada el elogio porque, como ella misma diría en otro momento, "yo soy... su compañera. En este viaje vamos juntos. Y eso no se acaba. Siempre hay amor". Un amor que empezó con un té. En el Savoy.