El pasado año, la meteorología de abril de 2017, más propia de la canícula veraniega, que de los albores de la estación de las flores, nos brindó una Semana Santa soleada, cálida y sorprendentemente seca (lo que a la postre fue una constante durante todo el curso). Estas condiciones regalaron un Domingo de Resurrección idílico, lleno de luz y de colores vivos; no solo en la mesa que portaba la figura del Mesías resucitado, sino también en los vestidos, las corbatas, los zapatos, gafas de sol y maquillaje de aquellos que pululaban por el ágora principal de Toro. Este año, marzo, tan quejumbroso, sombrío e impredecible como suele ser en nuestra tierra, nos ha servido una Semana Santa a la antigua usanza. Una semana de Pasión zamorana, toresana. De mirar al cielo, encapotado y amenazante, y pedir clemencia; la justa como para sacar al Cristo Nazareno, a la Virgen de la Soledad y al retumbar del tambor y la corneta. Una estampa en la que el negro del luto combina con el gris del cielo.

Ayer, la figura del Cristo Resucitado salió de la iglesia del Santo Sepulcro para anunciar con regocijo el regreso del hijo de Dios. El negro de las túnicas y el sonido lastimero de las trompetas que inundaron los días pretéritos dejó paso a una jornada dominical de matices vivos y sonidos de celebración. El festejo principal tuvo lugar en la Plaza Mayor, como manda la tradición, donde la figura de Cristo y la Virgen disfrutaron de su encuentro con las habituales tres venías. En la tercera genuflexión, el velo de luto que prendía de la cabeza de la Virgen fue retirado para disfrutar de la tez de la imagen en señal de felicidad. Con esta procesión, Toro y sus hermandades ponen el punto y final a una semana de Pasión que se puede calificar de gran éxito.

Por otro lado, la Semana Santa 2018 ha dejado un puñado de novedades interesantes en Toro. Sin duda, el aspecto más reseñable ha sido la entrada de mujeres como hermanas de pleno derecho en la Cofradía de Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla, congregación más grande e importante dentro de la Pascua de Resurrección de Toro. Tras más de 178 años de historia (desde 1840 cuando se coaligaron ambas cofradías), los nazarenos permitieron la entrada de mujeres, que procesionaron con sus túnicas por primera vez el pasado Viernes Santo. Con esta decisión, la Semana Santa de Toro se convierte en una fiesta plenamente mixta, en la que las mujeres pueden tomar parte en cualquier congregación. Además, estas jornadas de pasión también han traído consigo el nuevo hábito de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia y la internacionalización de la fiesta, con la imagen de la procesión del Vía Crucis (obra de Manuel Balles) en un periódico de reconocido prestigio como es The Guardian.

Morales

El Pueblo de Morales de Toro también ha vivido una intensa semana de Pasión, capitaneada por la Unidad de Acción Pastoral y en colaboración con el Ayuntamiento de la ciudad. Ayer, con la procesión del encuentro de la Virgen con Cristo Resucitado la villa vivió uno de sus días más icónicos.

Todo ello rubrica una festividad inolvidable. Una vez más la Semana Santa señala una contradicción cada vez más evidente en estas tierras: mientras la provincia, y la región, se desangran con la hemorragia imparable de la despoblación, la fiesta de la Pasión consigue devolver la vida a las calles de nuestras ciudades, pueblos y villas; apuntalando muerte y vida en suertes desiguales.