Un proceso totalmente artesanal da lugar a las teas que cada noche de Martes Santo alumbran el caminar de los hermanos que acompañan al Cristo de la Buena Muerte, un proceso efectuado por una decena de usuarios de la Fundación Personas.

El cerero Francisco de Prado al jubilarse paso el testigo de su elaboración al Asprosub hace más de una década. "Él nos enseñó el oficio y pensó en el centro quizá porque es un lugar que tenía medios", explica el director gerente de la Fundación Personas, Isidro Deza.

A lo largo de los años, el sistema de trabajo ha variado el instrumental y la materia prima empleada en un proceso "de ensayo y error", atestigua el encargado de taller de serigrafía, Aquilino Ramos. Cuando comenzaron los elementos utilizados eran papeles de periódico que "tenían mucha tinta y que al quemarse echaban mucho humo", mientras que ahora emplean un papel con menos componentes químicos. También usaban una parafina muy líquida, ahora sustituida por otra con otras características que permite que "la luz está garantizada durante la procesión haya viento o llueva", remarcan desde la Fundación Personas que ha realizado muchas pruebas para lograr las mejoras planteadas desde la hermanad de la Buena Muerte.

Las teas las elaboran una decena de usuarios a partir de Navidad para atender tanto el pedido de la Buena Muerte como de cofradías de Salamanca, de Medina del Campo e incluso de Panamá.

El proceso comienza con el recubrimiento de una vara de cobre con varias capas de papel absorbente y de periódico carente de tinta "de manera helicoidal". A continuación, el tubo lo introducen en una marmita diseñada para parafina líquida a 87,5 grados centígrados. En este paso la pieza cilíndrica la sacan varias veces hasta la mitad para evitar que la parafina "adquiera la forma de un cono". Cada tea "lleva de cinco a seis inmersiones para conseguir la capa que deseamos y cada unidad tiene un peso que oscila entre 650 a 700 gramos", puntualiza Aquilino Ramos.

Tras secarse la parafina de un grosor de unos cinco centímetros y medio, se cortan ambos extremos y se desenfunda el tubo extrayendo la parte central de la antorcha. Posteriormente la tea se enfunda con un papel kraft, de un gramaje determinado, y uno de los extremos del embalaje se introduce nuevamente en la olla metálica de parafina para conseguir la mecha de la tea.

"Me siento orgullosa cuando veo en la procesión las teas arder porque las hemos entre mis compañeros y yo", atestigua con una amplia sonrisa Mariluz, usuaria que participa en su realización. Una tarea bien hecha.