"Muy positiva fue la salida a hombros de La Conducción. En opinión de muchas personas, el paso estaba pidiendo a gritos ser sacado a hombros y con toda la razón. El grupo parecía dotado de movimiento". Con este entusiasmo definía la crónica de este periódico la puesta a hombros de La Conducción al sepulcro, que tuvo lugar en la procesión del Santo Entierro del 1 de abril de 1994. Los hermanos de paso festejan ahora, también "con razón", aquel hito que dotó de vida la obra de José María Garrós.

Curiosa es la historia que se teje tras el alumbramiento del grupo escultórico que ahora se luce en los antiguos escaparates de los antiguos almacenes García Casado. A diferencia de otros grupos de la Pasión, La Conducción no surgió de la nada, ni siquiera del lápiz de un dibujante, o del boceto del propio escultor. La escena tallada por el escultor catalán, residente en Bilbao, José María Garrós, fue el sueño cumplido de un pintor suizo: Antonio Ciseri. En la década de 1860, el creador imaginó una secuencia clave en la Pasión: san Juan, José de Arimatea y Nicodemo "transportan" en una sábana el cuerpo inerte de Cristo. Les siguen la Virgen María y las santas mujeres: María Magdalena, María Salomé y María Cleofás. Aquella composición, un óleo extraordinario, fue a parar a la galería de arte moderno del Palacio Pitti de Florencia.

Lo que no se imaginaba Ciseri es que los personajes trascenderían el lienzo y cobrarían vida. El primer hecho milagroso tuvo lugar en mayo de 1900, cuando el Santo Entierro aprueba la creación de un nuevo paso que escenifique el camino al sepulcro. Recaudan 5.245 pesetas y piden bocetos a varios artistas. Les convence el de Garrós, quien entrega el grupo junto con la mesa original un año más tarde. El resultado convenció a la cofradía, que comenzó a sacar el paso por las calles de la ciudad como uno más.

Pero hay un segundo "milagro" que tiene que ver con aquella crónica de este diario en 1994. Las figuras "parecían dotadas de vida". Y es que una de las críticas de los expertos a la obra era la rigidez de los personajes: Garrós se había limitado a "calcar" el lienzo de Ciseri y había descuidado la naturalidad de las figuras. Aquel Viernes Santo de hace un cuarto de siglo, la escena del cuadro cobró vida definitivamente. Los personajes del lienzo se habían hecho de carne y hueso.