Padre Duero que recorres la ribera. Que bañas las centenarias viñas y te alías con el sol en la resurrección de cada primavera. Mira a tus orillas y haz que la renovada savia que alimenta los brotes de chopos y álamos contagie su plenitud a esta ciudad que refulge por Pascua y que languidece el resto del año. Haz una primavera eterna que alimente la esperanza, que disipe temores, que atenúe dudas. Contempla a quienes se asoman a verte correr, ruidoso, desde los miradores o a quienes se contentan con tu murmullo recorriendo tus márgenes. Desborda ilusión y no permitas que te olviden. Mantén a tus hijos unidos por el abrazo de la hermandad y aleja de nosotros el cieno de la estulticia. Por los siglos que pasaron bajo tus puentes.