Sábado Santo. Cristo está muerto. Ayer la Virgen no estuvo sola. No hay sábado Santo que la señora de La Soledad se encuentre sola en la ciudad que lleva por nombre Toro. Desde las 11 de la mañana, el municipio se viste de luto, las damas de la soledad acompañan a la madre del mesías durante su duelo en la iglesia de Santa María de Roncesvalles y Santa Catalina. En este evento único de la Semana Santa de Toro, la figura de la Santísima Virgen de la Soledad se encuentra acompañada hasta bien entrada la tarde, cuando el vía crucis toma el relevo al desconsuelo y la congoja.

Cuando el reloj de la ciudad marcaba las siete en punto, los fieles y asociadas de las Damas de la Soledad se congregaron en el templo de Santa Catalina para rezar las 14 estaciones que marcaron las etapas vividas por el hijo de Dios de camino a la cruz. Una vez finalizada la ceremonia comenzó la procesión por las calles de la ciudad.

Las Damas de la Soledad, que parapetan a la imagen en su dolor por las rúas de Toro, iban ataviadas con la medalla, o escapulario, de la asociación, totalmente de luto y con una vela (también llamada ofrenda) que ha de permanecer encendida para iluminar el camino a la virgen. Trayecto que comenzó en las puertas de Santa Catalina, continuó por Vicente González Calvo, San Francisco, Concepción, Santa Marina, Puerta del Mercado, iglesia del Santo Sepulcro (donde la recibirá el Cristo Yacente), pasando por delante del Ayuntamiento, San Lorenzo, Rejadorada y camino Rúa Santa Catalina de Roncesvalles hasta regresar de nuevo al templo de salida, donde se despidió a la Virgen de la Soledad con el canto de la Salve.

Los toresanos no la dejaron sola en ningún momento durante el sufrimiento de su hijo, pues el Viernes Santo los hermanos de Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla, tras escuchar el Sermón del Mandato, acompañaron al Hijo de Dios hasta el calvario, compartiendo su dolor. Solo hubo que lamentar la ausencia del paso de la Virgen de los Dolores, que no pudo desfilar ante la ausencia de cargadores. Por la tarde, la hermandad de Jesús Muerto despojaron a Cristo de sus clavos, lo envolvieron en el sudario y lo recogieron en una urna para llevarlo hasta la iglesia del Santo Sepulcro.