Penitencia y generosidad. Estas dos palabras definen la esencia del acto más singular de cuantos se celebran en Toro con motivo de su Semana Santa: la Bendición de los Conqueros. Faltaban pocos minutos para las doce del mediodía cuando numerosos toresanos y turistas se concentraron, bajo un sol de justicia, ante el atrio de la iglesia de Santa María de Roncesvalles y Santa Catalina para asistir a esta singular ceremonia que la cofradía de Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla prepara con especial emoción en la mañana del Jueves Santo por su profundo significado. Ante la venerada y querida imagen de Nuestro Padre Jesús se celebró la Bendición de los Conqueros, también conocidos como "Cagalentejas", en la que cuatro hermanos, de túnica negra, juran permanecer en silencio y asumen la ardua tarea de pedir limosna en nombre de la cofradía.

El gemido de la trompeta, al que respondió el lastimero desde el interior de la iglesia, marcó el inicio de la ceremonia que los Conqueros y también los abades en ejercicio viven con especial emoción. Con una sentida oración comenzó este acto en el que los abades invitaron a los Conqueros a arrodillarse ante la imagen de Nuestro Padre Jesús, a la vez que recordaron que, hace 60 años, el 13 de abril de 1957, la iglesia de Santa María de Roncesvalles y Santa Catalina "fue pasto de llamas" aunque, de aquel rescoldo, la cofradía consiguió renacer con más fuerza y vigor. Del mismo modo, los abades transmitieron palabras de aliento a los Conqueros para que no desfallecieran ante "el difícil cometido" de pedir en nombre de Nuestro Padre Jesús por las históricas calles de la ciudad y recordaron a los cofrades que "al que os diere, bendecirle y al que os lo negare, perdonarle".

De hecho, como precisaron los abades en ejercicio, "no es más generoso quien da más sino quien da parte de lo que tiene", aunque "todas las limosnas son bien recibidas", a la vez que subrayaron "aunque algunos sufriréis mofas con vuestros símbolos de Conquero, pensar que Nuestro Padre Jesús sufrió más por nosotros y el vuestro es un servicio de penitencia a nuestra cofradía". Acto seguido, los Conqueros juraron guardar silencio y los escribanos les ayudaron a tapar con el caperuz su rostro, "no para que no os conozcan sino como prueba de penitencia hacia Jesús Nazareno". Los cuatro Conqueros también recibieron en esta ceremonia las insignias en las que se apoyan para cumplir su honroso cometido, ya que al golpearlas contra el suelo sirven como reclamo para solicitar limosna, insignias que, como recordó un abad, "no son armas para la defensa sino distintivos de fe y amor". Acto seguido, los escribanos entregaron a los Conqueros las típicas concas en las que se depositan las dádivas, utensilios imprescindibles en otras épocas en las bodegas y que son un símbolo de la ciudad, de la vid que crece en la fértil y vigorosa vega o del vino, uno de los "sustentos" de Toro.

Esta ceremonia fue vivida con especial emoción por los abades en ejercicio que, además de alentar a los Conqueros y reconocer su entrega, esfuerzo y generosidad, recordaron, algunos entre lágrimas, a familiares que les inculcaron la fe cristiana y su especial devoción a la cofradía de Jesús Nazareno y Ánimas de la Campanilla o a sus imágenes titulares. Los abades también agradecieron el apoyo incondicional de sus familiares y de sus compañeros en el ejercicio del cargo con los que, durante cuatro años, han compartido emotivos momentos como la "fiesta del abisinio" y a los que ya consideran amigos y hermanos. Una vez concluida la bendición, los cuatro conqueros, sumidos en un silencio íntimo, iniciaron su peregrinar por las calles de Toro para recoger los donativos que serán destinados a sufragar los gastos de la hermandad, labor que se prolonga hasta que se oculta el sol, aunque también durante la procesión de hoy repetirán la petición de limosna a toresanos y visitantes. La entrañable figura del Conquero tiene su origen en la antigua hermandad de Ánimas de la Campanilla y, por este motivo, para la bendición los cofrades visten túnica de color negro.