cuando el pasado año se conoció la adjudicación directa de una subvención de la Junta de Castilla y León para el Museo de Semana Santa, taché -en estas páginas- de quiméricas las fabulosas propuestas que a propósito hicieron los "expertos" consultados. Algunos amigos y conocidos me reprocharon poner en cuestión algo que era necesario y bueno para Zamora. Lamento que el tiempo me haya dado la razón. Otros habrán clamado menos que un servidor sobre el particular, ¡qué le vamos a hacer! La frustración llegó una vez el cántaro rebosante de ensueños se rompió, pues había que justificar la ayuda en el ejercicio económico para el que se concedió, y con ella el abandono de su principal vocero. Igual me equivoco. Pese a todo conviene no olvidar que la constancia en los reveses dio el triunfo a los portugueses, de manera que alguna enseñanza habrá que sacar. Es sabido -no está de más recordarlo- que la petición no salió de aquí, pues quien movió el asunto, para iniciar la construcción del nuevo Museo de Semana Santa de León, fue UPL. Un proyecto por cierto ya en marcha, porque allí sensatamente lo primero que se hizo fue buscar un lugar para ubicarlo. Es cierto que lo tenían más fácil que nosotros, habida cuenta que el Obispado puso a disposición el monumental y vacío edificio del seminario, y aunque las obras han tropezado con restos arqueológicos que habrá que respetar, no hay duda de que seguirán adelante. Pero, previamente ya se había firmado un convenio entre Ayuntamiento, Consejería de Fomento, diócesis y Fundación Museo Diocesano y de Semana Santa de León que lo permitía. Por el contrario, en Zamora hemos empezado la casa por el tejado, pues ni siquiera hemos resuelto dónde ubicar el museo, y esta debería ser la primera cuestión a dilucidar. La opinión pública es partidaria de construir un edificio nuevo, no tanto por su posible diseño actual, que dicho sea de paso estaría muy bien, como por no condicionar el proyecto museístico. De ser así habrá que saber cuántos metros serán necesarios, para exponer -no guardar- el patrimonio imaginero de las cofradías zamoranas de Semana Santa, además de contar con las instalaciones auxiliares precisas. La ubicación del futuro museo está supeditada a esta premisa. También, a mi entender, a que se construya en el conjunto histórico, donde están el resto de museos e infraestructuras culturales. Y aquí empiezan los problemas, porque no hay solares disponibles en la zona que sean idóneos. Las propuestas que en su día hizo la Junta pro Semana Santa eran inviables, o cuando menos complejas. Recordemos: el patio del colegio público Gonzalo de Berceo quedaría de antemano descartado, porque es un espacio que está unido al todo, y por tanto huelga cualquier comentario. El antiguo Convento de la Concepción podría ser un buen lugar, pero su propietario -el Obispado de Zamora- ha manifestado que no quiere cederlo para este fin, argumentando, con poca convicción, que piensa destinarlo a futuro -muy lejano sin duda- Museo de Tapices. La propuesta de llevarlo al paseo de San Martín, tuvo una aceptación unánime en los ambientes "semanasanteros", pero el Ayuntamiento la rechazó, aunque desconozco si se contempló la posibilidad de permutar el aparcamiento por el actual Museo de Semana Santa. Hay otras opciones posibles. Veamos. El patio del Seminario, el frontón anejo y un gran solar inmediato, podrían, por sus dimensiones, albergar el museo, pero sin conocer la opinión que la propuesta les merezca a sus propietarios (Obispado), esta zona plantea serios inconvenientes, ya que pese a su céntrica situación, las procesiones se verían obligadas a subir al centro de la ciudad salvando calles de gran desnivel. Sin ánimo de enredar, hay un lugar excepcional, que en mi opinión, serviría como ningún otro para el propósito: la Casa de Ejercicios, en la plaza de Arias Gonzalo. Es desde 1955 propiedad de la Comunidad de Misioneras Cruzadas, y la superficie del solar sobrepasa los dos mil quinientos metros, con amplia fachada y espléndidas vistas al mediodía. Supongo que no está a la venta, y que esta ubicación sería la más peregrina y costosa, pues a buen seguro no esté en el ánimo de las religiosas construir nueva casa. La opción más viable sería levantarlo en el solar resultante del derribo de las escuelas del antiguo Patronato de San Vicente de Paúl, que oferta sin condiciones el Obispado, aunque constituye una localización harto problemática, pues aunque también cercana al conjunto histórico, lo está fuera de sus límites, y aislada por la avenida de la Feria, una vía que, para el desarrollo de las procesiones, más que un nexo es una barrera. De construirse aquí habría que reordenar itinerarios, algo especialmente problemático para aquellas cofradías con recorridos estatutariamente establecidos. Construir el nuevo museo donde hoy está el actual, a partir de una reforma del Plan General de Ordenación Urbana para conseguir mayor edificabilidad, podría ser otra de las opciones, que no ha de considerarse descabellada. En cualquier caso, el asunto supera al actual equipo de gobierno de la Junta pro Semana Santa, en mi opinión, falto de ambición, capacidad y recursos para llevarlo adelante. Y habida cuenta que será el dinero público el que levante el futuro museo no veo la necesidad de que tenga que llevar en exclusiva la iniciativa. Precisamente porque es un proyecto que compromete a la sociedad civil, lo mejor sería declinar su gestión en una comisión integrada por la Junta de Castilla y León, Ayuntamiento, Diputación, Obispado y Junta pro Semana Santa, para avanzar, pues de seguir exclusivamente en manos de esta última es posible sea el viaje a ninguna parte. Una cosa más: sería irresponsable actuar precipitadamente y bajo la presión de apurar una subvención. Tomar una decisión de semejante trascendencia requiere buenas dosis de sensatez, pues rara vez las prisas son buenas. Al fin y al cabo está todo por hacer, y aunque resulte obvio decirlo, la decisión que se tome al respecto habrá de tener en cuenta el que tradicionalmente ha sido el secular escenario de la Semana Santa de Zamora.