Zamora arropó ayer a la Tercera Caída en la celebración del 75 aniversario de la hermandad, que procesionó por primera vez el 8 de abril de 1943.

La expectación por presenciar el desfile fue mayor que en años anteriores. En las aceras de las calles cercanas al templo de San Lázaro se sucedían las filas de público, mientras que los hermanos se concentraron, por primera vez, en la cuesta de la Morana un cambio que propició que vieran la salida de los tres pasos.

Los sonidos de los tambores de la banda de la hermandad provocaron que muchos de los menores que aguardaban el desfile rompieran a aplaudir, aunque los músicos tardaron unos minutos todavía en emprender la marcha. "¡Se retrasan ya casi diez minutos!", decía un pequeño que no apartaba los ojos del templo lazarino.

De repente los clarines comenzaron a tocar y el grupo musical de apertura comenzó su avance. Le seguían la cruz guía y el Barandales así como el grupo de los niños, entre los que desfilaba, en brazos de su abuelo Miguel, el pequeño Izán que este año portaba la cruz pectoral que realizara José Luis Alonso Coomonte, entre otras piezas artísticas.

La importa del escultor benaventano, que ha marcado la estética de la hermandad, comienza a desfilar. Las cruces que hiciera en diversos materiales enlazaron con la original Corona de Espinas, confeccionada con los arados del campo castellano, llevada a hombros al ritmo marcado por un grupo de tambores. Prosigue la Cruz de Yugos, hecha por el Barandales de Honor 2016 hace treinta años utilizando yugos atados con los propios correajes del arreo de los bueyes.

Pasa ya media hora desde que la banda de apertura salió y ya asoma la mesa de la Despedida, escoltada por miembros de la Guardia Civil, y acompañado por los músicos de Nacor Blanco. En cuestión de minutos, y mientras los hermanos de coros enfilan hacia El Riego, Jesús en su Tercera Caída, cuya mesa cumple 25 años, emprende camino acompañado por integrantes del Ejército de Tierra. "¡Es una maravilla cómo lo bailan!", comentaba una mujer a un familiar mientras que grababa con su móvil el paso de la imagen titular, restaurada para lucir en todo su esplendor con motivo del 75 aniversario.

La Virgen de la Amargura del zamorano Ramón Abrantes, bellamente engalanada, caminaba con militares del Ejército del Aire al son que interpretaba la banda de música La Lira de Toro, dirigida en esta ocasión por Víctor Teresa Cubero, hacia las calles del centro. Se suceden Benavente, Santa Clara y Sagasta hasta la Plaza Mayor a donde Jesús Caído accede con la composición "Tercera Caída", pieza que ha compuesto el toresano David Rivas por encargo de la hermandad.

Los tres pasos avanzaron al mismo tiempo y el coro de la hermandad entonó "La muerte no es el final". Un recuerdo a los ausentes y la esperanza de la vida eterna.