Las notas de "Pie Jesu" emocionaron a espectadores y hermanos. La nueva pieza que el coro de la Hermandad de Luz y Vida estrenó en la tarde de ayer, especialmente creada por el director de la formación vocal, Manuel Alejandro López Pérez, logró conmover y remover el recuerdo para evocar a aquellos hermanos que ya solo están en el recuerdo, a los mismos que se homenajea en el camposanto de San Atilano. La tarde cálida, que congregó a miles de personas a lo largo del recorrido entre la Catedral y el cementerio, dejó paso a una noche apacible para que los zamoranos y visitantes pudieran venerar la imagen del Jesús de Hipólito Pérez Calvo, el hijo de Dios hecho hombre que clama al cielo, al Padre, para verse resucitado. Sobre las antiguas andas, recuperadas el año pasado, que confieren una mayor majestuosidad a la escultura del artista zamarano, el paso recobra una gran plasticidad, a cuya estética contribuye el ordenado desfile, que a la llamada del barandales, salía del atrio catredalicio. La Corona dejaba atrás la seo a las 20.30 horas.

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Con la caída de la tarde, los cientos de hermanos y hermanas con la solemnidad reflejada en sus rostros, abandonaban del atrio de la seo zamorana, tras celebrar el acto de la oración. Las austeras túnicas cistercienses enfilaron la Puerta del Obispo, camino de la avenida de Vigo y el Puente de Piedra para cruzar el río Duero, enfilar Cabañales, El Sepulcro y, guiados por las tenues luces de los faroles, alcanzar San Atilano y realizar la ofrenda floral. Una corona, depositada por el teniente alcalde de la capital, Antidio Fagúndez, cumple con la tradición de homenajear a los hermanos que antes portaron al Jesús de Luz y Vida, a quien dirigen su plegaria antes de iniciar el camino del reencuentro con los que ya no están, a quien piden "sé nuestra eternidad a la otra orilla de la vida".