Solemne, importante y emocionante momento el que anoche vivió la Penitente Hermandad de Jesús Yacente en la Catedral. Llegó la fecha de despedir los actos del 75 aniversario y un invitado (o invitada) muy especial surgió en el coro del templo mayor para sorprender a los asistentes al funeral por los hermanos fallecidos: la música. La plegaria que hacía las veces de epílogo de una larga ceremonia tenía nombre propio. Los miembros del coro volvieron a dar vida al Salmo 50, esta vez, en el coro que el flamenco Juan de Bruselas diseño para el edificio a principios del siglo XVI. El grupo de cantores se redujo a la mitad de los habituales, pero la acústica del espacio y la trascendencia del acto hicieron que el Miserere sonara anoche especialmente bien.

En el prólogo de la eucaristía en honor a los 268 hermanos del Yacente fallecidos en estos 75 años, el músico Juan María Pedrero Encabo situó la escena en el siglo XVIII con varias piezas de Johann Sebastian Bach. Acto seguido, el vicario general, José Francisco Matías Sampedro ofició la misa, después de que las identidades de los miembros del Yacente que están en el otro mundo fueran sucediéndose en las pantallas colocadas junto al altar mayor.

Bajo la niebla

Conforme se acercaba el momento culminante, más y más fieles fueron ingresando en la nave principal del templo mayor, buscando el mejor lugar para volver a sentir la emoción de las noches del Jueves Santo. Y el último acto de este 75 aniversario no decepcionó. Al contrario. Jesús Yacente dejó el altar para caminar sobre los hombros de los hermanos alrededor del coro catedralicio, mientras el Miserere surgía de lo profundo de los cantores. Como en Jueves Santo, el Salmo 50 duró lo que la imagen en cubrir el recorrido, esta vez no en Viriato, sino en el interior de la iglesia mayor, especialmente bella y enigmática bajo la niebla.

El camposanto de San Atilano será hoy el escenario del último homenaje a los fallecidos. Una oración en la capilla del cementerio precederá a la entrega de las velas a los familiares de los hermanos fallecidos que acudan. Ellos se encargarán de colocarlas en sus sepulturas, del mismo modo que el cabildo, la directiva, homenajeará a los hermanos mayores ya fallecidos. El camposanto, esa especie de puerta hacia el otro mundo, será el último lugar, el último instante, del 75 aniversario del Yacente, uno de los pilares de la Pasión zamorana.