"Me presenté al concurso para realizar el paso de la Santa Cena para Zamora porque me lo comentó mi amigo Carlos Piñel", rememora Fernando Mayoral Dorado. El artista se muestra taxativo sobre aquel encargo: "Lo más complicado fue el tiempo", porque "asumí un compromiso para hacerlo en solo trece meses, ¡una verdadera barbaridad!", confiesa entre risas mirando de reojo su obra, exactamente 25 años después de haberla creado para los zamoranos.

El escultor salmantino asumió el proyecto después de quedar desierto el concurso. La propuesta para el nuevo paso -financiado por el Ayuntamiento de Zamora y la Diputación Provincial- surgió en una comida durante el primer concurso nacional de cofradías desarrollado en la ciudad, en 1987.

Mayoral había quedado segundo con su propuesta original, que "pecaba de masa escultórica". Esto hizo que, en la adjudicación, "hubo que llegar a un acuerdo con la directiva: me dijeron que la hiciera más abierta y de mayor tamaño", comenta.

Para el artista lo más importante fue "el concepto", puesto que ya existían muchas versiones de la Santa Cena, pero "debía tener unas características especiales, concretas, pues había que ver la escena desde distintas partes", subraya. En su primera obra para Zamora, el artista optó por "una visión casi aérea. Me imaginé una elipsis abierta", una composición que ya había planteado en "un antiguo dibujo de Santa Cena de unos bocetos que hice para una de mis primeras exposiciones en Salamanca", detalla.

En cuanto a las trece figuras, Mayoral se decantó por el realismo, tomando los rostros de los apóstoles de personas que conocía, entre otros, sus hermanos y hasta su propio hijo o incluso el padre del entonces presidente de la Vera Cruz, Casimiro Lorenzo. Cada pieza está llevada "a un canon actual" y Mayoral prescindió "del aparejo para que se viera la madera, pues es caoba del Brasil, una madera de muy buena calidad. La prueba es que está hecha hace 25 años y no ha habido que tocarla y creo que no haya que hacerlo en mucho tiempo", asevera mirando la obra.

¿Siente que el conjunto ha encajado?, es interpelado. "El primer año sentí que se integraba en la Semana Santa de Zamora, que era mi miedo". Con la perspectiva que otorga el paso de los años atestigua: "Si lo volviera a realizar ahora, no modificará nada".

Además, el escultor esculpió en homenaje a Zamora una fuente de la alfarería de Pereruela de Sayago, una jarra de vino de este mismo pueblo; como viandas, unas truchas sanabresas y en cuanto al pan, una hogaza de Carbajales. Un motivo singular lo representa el perro de Judas, totalmente tumbado en el suelo, "una tradición de Zamora que me resultó curiosa", afirma el autor.

El elevado peso de las figuras y de la mesa -ejecutada por el mismo autor aunque la entregó un año más tarde- impiden que el grupo sea llevado a hombros la tarde del Jueves Santo.