La calle Balborraz destaca más por su valor ambiental, por la impresión del conjunto, que por su riqueza arquitectónica en sí, aunque contó con palacios como el de Las Golondrinas, situado en su parte baja. La serie de balconadas y miradores de madera, construidos en su mayoría entre finales del siglo XIX y principios del XX, constituyen todo un ejemplo de arquitectura popular en una empinada vía por la que transitan diferentes procesiones. Lo hace, de bajada a Santa Lucía, la Hermandad del Santísimo Cristo de la Buena Muerte la noche del Lunes Santo y sobre, todo, tiene especial relevancia el Domingo de Resurrección.

Balborraz fue uno de los ejes tradicionales de la ciudad de Zamora. En su urbanización tuvieron mucho que ver los asentamientos comerciales extramuros de los mercaderes procedentes del sur, que llegaban a la ciudad a través del Puente de Piedra. Situada en la confluencia del primer cerco amurallado con el segundo recinto, Balborraz sirve de nexo ente la zona alta de la ciudad y la Puebla del Valle, uniendo el mercado con la Plaza Mayor. Su localización, cerca de las puertas de la muralla, fomentó el establecimiento de artesanos, mercaderes y comerciantes. Tuvo una puerta de acceso que según el historiador Javier Rodríguez Méndez, estaría situada hacia el norte de la vía. El nombre de la calle tiene, sin duda, procedencia árabe. Algunos autores la hacen derivar de la expresión "Bab al ras", "Puerta de la cabeza", por ser este el lugar en el que, según la tradición, se colgaban las cabezas de los caudillos musulmanes capturados durante los numerosos asedios que sufrió la ciudad. Rodríguez Méndez añade otra posibilidad al analizar la denominación de Puerta del Cabezudo, como se la conocía también, que derive del término topográfico cabezo. Así se designan en geografía los cerros altos y, en este caso, podría hacer referencia a los dos promontorios que flanquean la cuesta, perceptibles hoy únicamente desde el aire.

Durante los siglos XVIII y XIX Balborraz se convierte en una de las zonas más transitadas y céntricas de la ciudad, con la instalación de numerosos talleres, comercios y casas de oficios. Lo inclinado de la calle obligó a las construcciones a adaptarse al terreno con plataformas de nivelación. Muchas de las casas están directamente apoyadas en su parte trasera sobre el lienzo de la muralla, tal y como se ha podido comprobar en los trabajos arqueológicos realizados en la zona.

El desplazamiento del eje comercial hacia la Plaza Mayor y el este de la ciudad, fundamentalmente Santa Clara y San Torcuato, al tiempo de la propia evolución urbanística de la ciudad con el ensanche hacia el este acarreó la decadencia progresiva de la calle. La intervención de una escuela taller, la primera que se desarrolló en Zamora bajo la dirección de Lourdes Arenas y con proyecto de los arquitectos Francisco Somoza y Pedro Lucas del Teso salvaron un enclave condenado, seguramente, a la ruina. La actuación, llevada a cabo entre los años 1989 y 1995 mereció un diploma del prestigioso premio Europa Nostra.