El Puente de Piedra es otro de los monumentos zamoranos que se convierte en escenario privilegiado para el paso de algunas de las procesiones de Semana Santa de Zamora. El protagonismo del paso sobre el Duero comienza en el preludio de la Pasión, cuando se produce el traslado devocional del Nazareno de San Frontis a la Catedral. Un traslado que fue recuperado en los años 90 después de varias décadas sin llevarse a cabo por falta de gente. La tarde del Martes Santo, el Nazareno retorna al templo de la margen izquierda deshaciendo el camino desde la seo por el mismo puente, pero esta vez lo hace como imagen titular de la Cofradía de Jesús del Vía Crucis y con él baja también la Virgen de la Esperanza. Es a la salida del Puente de Piedra donde se produce una de las ceremonias más vistosas de la Pasión zamorana: la reverencia del paso de la Virgen, la cual continúa hacia el contiguo convento de las Dominicas Dueñas de Cabañales mientras el paso de Jesús del Vía Crucis, acompañado de los cofrades, protagoniza el rezo de las catorce estaciones, obras del escultor Ricardo Flecha, e instaladas en la avenida del Nazareno, antes de regresar a la iglesia de San Frontis.

Hoy, Jueves Santo, es la Virgen de la Esperanza, como titular de su propia Cofradía, quien cruza de nuevo el Duero a través del Puente de Piedra para ascender hasta la Catedral, acompañada de sus damas tocadas con mantilla y peineta además de los cofrades que visten de raso blanco. Componen así una estampa que se aleja un tanto de la estética castellana para buscar referencias en el sur. El Puente y el Duero prestan a ésta y al resto de procesiones que por el transitan momentos de gran belleza.

El Puente de Piedra de Zamora sustituyó a otro, románico, cuyos restos son visibles aún, aguas abajo del actual paso. Fue construido entre los siglos XII y XIII y forma parte de la estructura defensiva que convertía a Zamora en ciudad fuerte. Cuando se edifica, se fortifica con los medios más avanzados que la tecnología bélica de la época ofrecía. Tal y como explica el historiador Javier Rodríguez Méndez, "Se buscaba la manera de hacer el paso difícil y peligroso al enemigo". Por eso, el trazado del tablero del puente medieval quiebra hacia la izquierda a la salida, obligando a quien intentara entrar a la ciudad a ofrecer un flanco fácil desde la muralla que cerraba al otro lado del río. Tal disposición "es frecuente en ciertas construcciones romanas y parece haber sido tomada en préstamo de ellas", añade Rodríguez Méndez. La eficacia de la construcción se demostró, por ejemplo, en la guerra de Sucesión entre Isabel la Católica y Juana la Beltraneja. Zamora se mostró inexpugnable. Fue la fortificación del puente la que obligó a construir el tercer recinto amurallado bordeando el río aguas arriba e incluyendo a los barrios bajos.

El Puente tuvo un aspecto monumental con dos torres situadas en los extremos, pero ha sufrido muchas intervenciones a lo largo de los años. Al sur, en la de la margen izquierda se ubicaba la Virgen de la Guía, protectora de quienes emprendían viaje y de los peregrinos. La imagen se conserva ahora en la iglesia del Santo Sepulcro, en el barrio de Cabañales. En la torre norte se encontraba un relieve de la imposición de la casulla a san Ildefonso. Ambas edificaciones tuvieron origen medieval. Sin embargo, la norte tuvo que ser reconstruida en el último tercio del siglo XVI, para desmoronarse de nuevo a principios del siglo siguiente. Las torres tenían funciones defensivas, de control de mercancías y de cobro del portazgo. Fueron derribadas en 1905, así como el pretil de piedra, con lo que el Puente perdió buena parte de su aspecto monumental. El paso está construido con arcos apuntados y, siguiendo con antiguos usos, dotado de tajamares y óculos para evitar el empuje del agua.