Durante la jornada parecía que la lluvia iba a dificultar la salida procesional de la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída; sin embargo, las nubes, al menos, respetaron su salida, momento donde el aire tomó protagonismo e impidió que muchos de los cofrades encendieran las velas de cera líquida que estrenaban un tapón que, sin duda, evitó algún susto entre los hermanos.

Con la caída del sol las temperaturas bajaron pero el frío, más intenso cuando soplaba Eolo, no restó un ápice el interés de los zamoranos para quienes las aceras del barrio de San Lázaro se quedaron pequeñas.

A la hora prevista, a las 20.30 horas, los tambores de los músicos de la hermandad comenzaron a resonar con fuerza. "¡Que sí salen¡", decía un muchacho a otro que parecía desconfiar de que los hermanos pudieran realizar el recorrido programado. En las aceras muchos de los presentes cambiaron las pipas por los guantes y bajaron el volumen de las conversaciones, lo que contrastaba con el sonido y la luz de los semáforos que seguían funcionando, aunque nadie atendiera sus indicaciones.

Los clarines anunciaron los primeros pasos del cortejo procesional seguidos del grupo de los tambores, entre los que figuraba un pequeño con rostro destapado.

La cruz guía y el Barandales enlazaron con la nueva savia de Jesús en su Tercera Caída. Desde bebés llevados en brazos por sus padres a menores que desfilaban en el centro de la vía cogidos de la manos.

Las cruces de José Luis Alonso Coomonte, la docena larga de ejemplos realizados por el Barandales de Honor 2016 que se reconoce como obsesionado con el símbolo de la cruz, definen la estética de la noche de Lunes Santo. La Corona de Espinas, portada por los hombros de jóvenes cofrades a ritmo de tambor, y la Cruz de Yugo completan la impronta de Coomonte, nombre asociado en la capital desde hace décadas a la Tercera Caída.

El ritmo de la música interpretada por la Banda de Música Maestro Nacor Blanco anticipó la llegada del paso que hiciera Enrique Pérez Comendador en el año 1957. El avance de la madre que despide a su hijo se fundió musicalmente con el himno que acompañaba al Cristo de la Tercera Caída, de Quintín de Torre, que escoltaba la amplia plantilla de la Banda de Música de Zamora, capitaneada por Manuel Alejandro López. La Virgen de la Amargura, que estaba bellamente engalanada, caminaba al son que interpretaba la banda de música La Lira de Toro por las calles de la ciudad.

En las céntricas San Torcuato, Benavente y Santa Clara la estética de la hermandad, que el próximo año cumple 75 años de su fundación, alcanzó un mayor brillo, pese a la lluvia que cayó durante unos minutos sobre la ciudad. El desfile prosiguió su discurrir hasta la Plaza Mayor donde los tres pasos avanzaron al mismo tiempo, mientras que el coro de la hermandad entonó la composición "La muerte no es el final".