Le agrada al obispo, Gregorio Martínez, la procesión de la Borriquita. Es el momento, la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, en que se inicia la Semana Santa y por ello gusta el prelado de acercarse al Museo de Semana Santa para pronunciar su alocución antes de ponerse en marcha el desfile. Y, después de las palabras del capellán de la hermandad, Florentino Pérez, y de la lectura del pasaje del evangelio según San Lucas donde se relata el pasaje en el que Jesús es recibido con júbilo en Jerusalén, el obispo habló de los niños, como principales protagonistas de la procesión, "fundamentales. Para ellos se debe hacer" el desfile que inicia la Semana Santa, cuando Jesús es recibido "con gozo y algarabía".

Las palabras del obispo daban pie a que el barandales, vestido de hebreo, comenzara a mover las esquilas y pusiera en marcha el desfile, acompañado por la Banda de Cornetas y Tambores Ciudad de Zamora. Enseguida se iban sumando a las filas los niños con sus palmas y ramos de olivo o laurel, acompañados por padres y abuelos en la que para muchos es su bautismo con la Semana Santa, pero sin los formalismos de otras procesiones. Había también, claro, un buen puñado de pequeños vestidos de hebreos (con túnicas de raso blanco con turbantes y fajas, azules las niñas y de color púrpura los niños), que compartían lugar privilegiado en la procesión con los hermanos de la cofradía, vestidos con su túnica de raso blanco con botonadura, caperuz, faja y capa de color púrpura.

La Banda de Cornetas y Tambores del Santísimo Cristo del Perdón acompañó, como en los últimos años, a la imagen titular, una excepcional talla de Florentino Trapero que refleja con gran gusto el momento de la entrada de Jesús en Jerusalén, cuando todavía era recibido como el Mesías.

La tarde estaba soleada y con muy pocas nubes desde mucho antes del inicio de la procesión. Pero los responsables de la hermandad no estaban del todo tranquilos, ya que las predicciones apuntaban la posibilidad de que hacia las siete de la tarde la lluvia pudiera llegar hasta Zamora, procedente del sur, donde estaba lloviendo. De hecho, aguó la procesión de la Borriquita en Salamanca. Por eso la procesión de Zamora no se demoró e incluso tenía previsto acudir a itinerarios cortos, por la calle Benavente o por la calle Pelayo, en caso de que el radar de la Agencia de Meteorología hubiese visto acercarse peligrosamente a las nubes. No fue necesario, y la procesión culminó su recorrido previsto, con subida por San Torcuato, para cruzar por Alfonso IX y bajar por Santa Clara. Eso sí, con celeridad y sin recrearse demasiado en la marcha, sabiendo que a partir de las siete de la tarde la probabilidad de que lloviera aumentaba considerablemente, aunque tampoco era seguro el chubasco.

Ramón Alba, presidente de la cofradía, vivía así su último desfile en el cargo sin el sobresalto de otras ediciones, cuando la hermandad tuvo que suspender el desfile por amenaza de lluvia.

Lo fundamental es que los cofrades y el público pudo disfrutar de una de las procesiones más especiales de la Semana Santa Zamorana, pese a las predicciones que no apuntaban buenos augurios por culpa de los chubascos.

Efectivamente, las previsiones poco erraron y a las siete y media de la tarde la lluvia llegaba a la capital, aunque la procesión ya había conseguido, un año más, cumplir su cita con niños y mayores.