Durante estos días y en las entrevistas que he mantenido con diversos medios informativos sobre el pregón de la Semana Santa, me han preguntado cuál es, en mi opinión, el valor o valores que debe tener un pregón de estas características.

Para mí es fundamental al dar un pregón conocer lo que se pregona, sea en cualquiera de las expresiones que presenta la celebración que anuncias. Lógicamente, al tratarse de un pregón de Semana Santa, la primordial es la religiosa, no en balde es una manifestación que conmemora los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor aunque sea como prolongación del templo. Tiene que ser, por ello, muy necesario que la persona elegida sea creyente. Pero después caben tantas interpretaciones como personas. La Semana Santa es un prisma de muchas caras. Hay quienes, ahí está la historia del acto, han dirigido su contenido hacia la religiosidad como elemento sustancial, que lo es, de la celebración. Otros por el contrario eligieron la vertiente humana y plástica de la celebración sin adentrarse en el apartado religioso, tocado ligeramente, de soslayo. Y otros quienes lo centraron, por sus amplios conocimientos en la materia, en el plano artístico que condensa el patrimonio de las cofradías y de la propia Iglesia o expusieron las bondades genéricas de la celebración. Hubo poetas, escritores, clérigos, periodistas, profesores, artistas, historiadores, incluso políticos del antiguo Régimen y todos, absolutamente todos, aportaron algunos signos de la celebración partiendo de sus conocimientos de la conmemoración y sus propias vivencias. Por ello, no pueden establecerse comparaciones entre textos y pregoneros porque cada uno ha elegido caminos distintos para componer su pregón, basándose en la experiencia que la celebración que le ha proporcionado.

Un pregón podrá gustar más o menos a los espectadores, depende de la predilección del oyente, pero no se pueden establecer categorías o clasificaciones. En un pregón no caben ese tipo de posiciones. En la historia de los pregones de nuestra Semana Santa, quienes ya peinan canas tienen sus propios gustos y saben lo que quieren escuchar. Son conscientes, cuando acuden al acto, de saber o intuir lo que el pregonero o pregonera va a ofrecer, al conocer su faceta profesional o personal y su relación más o menos próxima a la Semana Santa que pregonan. En un pregón, que debe ser un discurso elogioso, no caben las recriminaciones, denuncias, indicación de defectos o limitaciones que pueda tener esa celebración. No es el papel del pregonero ni se le ha invitado para ello. Yo al menos siempre lo entendí así, basándome en los ejemplos de los ilustres pregoneros que tuvo esta celebración, sobre todo antaño. Las críticas deben dejarse para el artículo, la entrevista o la conferencia.

Como todos los zamoranos, uno tiene también sus pregoneros predilectos, que no los mejores, que no los hay, por lo que apuntaba anteriormente. Y entre ellos están Anselmo Allue, padre Victoriano Rivas, Enrique del Corral, Manuel Espías, Venancio Hernández Claumarchirant, Carlos Prieto, Juan Carlos Villacorta. Fueron pregoneros en mis años mozos y en mi trabajo de la radio. Tuve la fortuna de conocer a todos ellos y de entrevistarles incluso en alguna ocasión a casi todos. Hoy el tiempo ha borrado sus huellas para las nuevas generaciones que llegan. De ahí la propuesta que ahora formulo.

Sería muy interesante que la Junta pro Semana Santa, con el apoyo de alguna institución pública o entidad privada, pudiera reunir todos los textos de los pregones pronunciados en nuestra ciudad durante los más de sesenta años de celebración del pregón. No es una tarea muy complicada porque hasta 1984 eran editados por los diarios locales íntegramente y están en sus hemerotecas. Y los restantes aparecen, salvo alguna excepción, ya publicados por la propia Junta pro Semana Santa en los cuadernos que edita cada año y entrega al final del acto. De esta forma, todos reunidos en una publicación, los zamoranos interesados en esta tradición podrían conocer los textos de esos pregoneros de lujo, cuya memoria se va diluyendo en el tiempo. Muchas de ellas eran piezas literarias de enorme valor, que en algunos casos se vieron acompañadas por una oratoria sensacional. Lástima que sus voces y sus grabaciones no se conserven salvo algunos en archivos familiares.

Quienes me conocen ya saben cómo será mi pregón. Será el de un zamorano que ama a su tierra y a sus tradiciones, en este caso a su Semana Santa. Un texto que pondrá muchos ejemplos de ese amor. Es lo único que soy capaz de hacer pero no sé si será suficiente. De lo que estoy convencido es de que no gustará a todos porque ¡es tan difícil complacer a todo el mundo!