"Ahora ya es un hecho. Recordamos los muchos años que veníamos hablando de este proyecto que era, cada día, una necesidad más apremiante". Con estas frase iniciaba la revista Merlú un reportaje sobre el "nuevo" Museo de Semana Santa en el año 1963, cuando arrancaban las obras del edificio en la plaza de Santa María la Nueva. Ha transcurrido medio siglo desde entonces y existe una enorme coincidencia con la época actual -la necesidad de un nuevo espacio museístico- y una gran diferencia. La construcción que se proyectó entonces tenía por objeto "resguardar y proteger" las imágenes de la Pasión. El edificio que ahora reclama la Junta pro Semana Santa parte de una necesidad diferente: los tiempos piden un discurso narrativo para contar a los turistas cómo son esos días que marcan la manera de ser de los zamoranos.

Por aquel entonces, lejos todavía de la España democrática, la Junta de Fomento liderada por Marcelino Pertejo arrancó el compromiso de la Cámara de Oficial de Comercio de ejecutar las obras en un solar junto a la iglesia románica, una construcción que sería ampliada décadas más tarde hasta conocer el estado actual. Los representantes actuales de las hermandades recurrirán a una institución bien distinta, la Junta de Castilla y León, para que haga realidad los "anhelos" de los zamoranos, de los hijos de los hijos de aquellos de los años sesenta.

La historia resulta cíclica y caprichosa. Aquellos "laboriosos" trabajos costaron "dos millones de pesetas", una fortuna que hoy lo es aún más. Los casi dos millones de euros en los que la Junta pro Semana Santa valora la ampliación de las dependencias actuales separan a la ciudad de concluir un sueño imprescindible para impulsar definitivamente las visitas turísticas a la ciudad. Misma urgencia, necesidades diferentes. Así lo contaba la revista Merlú hace más de medio siglo. Zamora no ha cambiado tanto.