El lenguaje es un hecho social, no por sus modos más suaves o líricos u otras veces más secos y duros al expresarse, sino porque es el vehículo propio de las bases de una buena convivencia. Dice el refrán que "hablando se entiende la gente", hablando, no chillando. Tenemos que pensar que el proceso del lenguaje no es nunca fruto del azar, sino consecuencia inmediata de las relaciones humanas de convivencia, lo cual no ha de resultar difícil de entender. Viene esto a cuento, porque los temas ciudadanos que a todos por principio nos deben interesar no deben ser arma arrojadiza de unos contra otros en las instituciones, porque es en la convivencia diaria donde de verdad tiene sentido la comunicación humana.

En esto de los temas ciudadanos, municipales o provinciales sobre todo, nos hablan en claves criptográficas muchas veces y una cosa es lo que nos dicen y otra distinta la que después los hechos vendrán a demostrar. Fernando Martínez Maíllo y Rosa Valdeón son representantes de hecho y de derecho de la provincia y de la capital y tienen sus responsabilidades. Moral y políticamente no pueden ni deben dormirse en sus laureles en el caso de que la oposición les haga fáciles algunas cosas y no pueden esperar que el tiempo venga a resolverles los problemas.

Y mucho menos hacer cosas por lo que vayan a decir o dejar de decir los demás.

¿Por qué no toman, por ejemplo, como norma y buena costumbre informar una vez a la semana o cada quince días de cómo van los temas pendientes en ese momento? ¿Sería muy difícil tomar barrio por barrio y analizar en qué punto están las soluciones propuestas para sus problemas como ha hecho hace días la concejala correspondiente? Probablemente les aterrará la idea, es de suponer, y no porque teman a la luz y a los taquígrafos, sino porque prefieran probablemente la linterna esporádica y puntual ante sus conciudadanos. Así expondrán sólo lo que les interesa, pero no lo que los ciudadanos querrían saber. Evitarán desgaste político, pero a lo mejor ignoran que el desgaste muchas veces puede acabar dando brillo como en los metales. ¡Claro que a lo mejor en el mundo político no ocurre esto!

La continuidad temporal es lo que hace que un hecho se convierta en unidad sociológica importante y lo que hace que la sensatez y la sinceridad sean las primeras pautas de conducta en un político de verdad. Sería así como el lenguaje serviría de verdad para la función primordial de convivencia para la que nació. Con esa comunicación continuada se perdería entre otras cosas el pesimismo y aprenderíamos verdaderamente el sentido realista de las cosas. Es de suponer que los zamoranos se merecen ese pequeño sacrificio por parte de aquellos que han salido elegidos para regir sus destinos. Y sería el comienzo de la búsqueda de una clara efectividad.