E l precio de los pisos en alquiler o en venta se ha colocado en niveles que no corresponden ni de lejos a las posibilidades económicas del ciudadano medio de este país. La gente empieza de nuevo a solicitar préstamos que en muchos casos no podrá devolver y la deuda particular crece a un ritmo desconocido desde hace años. Significa que estamos ante el inicio de otra burbuja inmobiliaria. ¿Pero qué importancia tiene una burbuja inmobiliaria frente a las incoherencias de Iglesias y Montero, o a los problemas del PP, que en las encuestas se va por el desagüe, o a la vigorexia de Ciudadanos, formación obsesionada por los pectorales? Hay una transferencia de la masa muscular del cuerpo de la derecha al cuerpo de la derecha y media. Este espectáculo, añadido a la inoperancia del PSOE o Podemos, no nos permite observar la evolución del coste de la vida. La política pertenece ya a la industria del entretenimiento. Pan, fútbol y Rajoy. A Cifuentes habría que hacerle un monumento por el juego que ha dado. Quizá se lo hagan. Entre tanto, sus cuitas han sido sustituidas por la enemistad manifiesta entre la vicepresidenta del Gobierno y la ministra de Defensa, además de por el chalet de Podemos.

¿Queda espacio para vigilar el desarrollo de la burbuja? Con franqueza, no. De modo que usted, ciudadano menesteroso, contribuyente del montón, se sienta a ver el telediario y escucha que los pisos han vuelto a subir, pongamos que un 10%, en el último año. La noticia no es inocente (ninguna lo es). Lo que le están diciendo en realidad es que es usted un tonto por no meterse en una hipoteca como la de Iglesias. Después de todo, la vivienda que adquiera hoy por equis la podrá vender dentro de un año por dos equis. ¿A qué, pues, esa manía de ahorrar un dinero por el que no percibe ni el coste de la inflación? Venga, abandone el sofá y corra al banco de la esquina a formalizar un crédito. Piense que una persona sin crédito es una persona desacreditada.

Lo más probable es que cuando usted se decida a entrar en la corriente crediticia general, estalle la burbuja y le dinamite la cartilla de ahorros que con tanto esfuerzo había construido. ¿Pero qué importa esa pérdida frente a lo que nuestros dirigentes políticos nos hacen reír?