Un ejemplo de la relación entre el genio y la locura es el que ofrece uno de los más destacados autores suecos de todas las épocas: August Strindberg (1849 - 1912). Hijo de un noble arruinado, tras pasar cinco cursos discontinuos en la Universidad de Uppsala trabajó en Estocolmo como maestro, actor, periodista y bibliotecario. Vivió dos años en París, donde sufrió una enfermedad mental, con la vivencia delirante y depresiva en un periodo improductivo, que hace distinguir sus dos etapas estilísticas bien diferentes, la naturalista y la expresionista-simbólica, dicen sus estudiosos. Su influencia fue grande en autores de teatro posteriores y llegó a escribir setenta obras dramáticas, además de numerosas novelas, poemas, ensayos, críticas y libros de viaje. Su museo, en Estocolmo es la Bla Tornet (la Torre Azul), en el cuarto piso del portal número 85 de la céntrica Drottninggatan, apartamento burgués que recoge también sus muebles y útiles, así como fotografías y escritos originales.

Se puede traer a este artículo otro ejemplo muy distinto - pues ella, la protagonista, está muy cuerda - que es el de Ana Moura, fadista muy conocida, con una voz y un estilo subyugantes y admirables, que cantó el otro día en el inicio del Festival de Eurovisión el fado "Loucura" (letra de Fernando Farinha y música de Júlio de Sousa), cuyo texto dice así:" (?) Hablando/ no puedo darme/ pero pongo el alma a cantar/ y las almas saben escucharme (...) es locura /oigo decir/ más bendita esta locura/ de cantar y de vivir/ llorad, llorad/ poetas de mi país/ troncos de la misma raíz/ la vida que nos juntó (?)"

Y es que vivir y cantar es la locura de músicos y escritores, porque para vivir hay que llorar y cantar, sufrir y alegrarse. Y Ana Moura, como muchos otros, recuerda esta realidad hecha de sol y sombra, de cara y cruz, con poesía y cantando, con la belleza y el sentimiento del fado portugués.

Ángel García Prieto