Tampoco se pueden cazar (o controlar) lobos al norte del Duero. Lo ha perpetrado una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León a instancia de una de esas asociaciones autodenominadas conservacionistas que se preocupan más por la fauna salvaje que por los paisanos que la sustentan con sus sembrados, viñas, frutales y ganados. Si los agricultores y ganaderos se arruinan, allá ellos, pero que no falte ni un lobo que la liamos parda, montamos una movida en la Puerta del Sol y nos sacan en todos los telediarios del fin de semana. ¡Pobrecitos lobos, que vuelvan a merendarse a Caperucita, que algo les habrá hecho; cualquier cosa menos que pasen hambre!

Como algunas sentencias judiciales me dejan turulato y noqueado, he hecho todos los esfuerzos posibles por recuperarme pronto y tratar de entender ésta que viene a suspender la normativa sobre el lobo. No lo he logrado. Y no solo porque la prosa judicial sea, para el ciudadano de a pie, engorrosa, confusa, poco digerible y tan llena de gerundios (mal usados) que parece que los han tirado con un sembrador, a voleo, sino porque me plantea muchas dudas difíciles de despejar. Por ejemplo: ¿de dónde sacan los señores magistrados que el lobo está en peligro del padre Duero hacia el septentrión o que necesita más protección y defensa? No lo dice así exactamente, pero se deduce tras acribar esos párrafos farragosos.

Otra: ¿de dónde se han sacado los supuestos datos que avalan la necesidad de proteger al cánido al norte del río? Sospecho que, en este apartado, los jueces no han consultado con las asociaciones agrarias ni con los ganaderos afectados ni siquiera con las cifras oficiales que maneja la Junta sobre ataques, pérdidas, animales muertos, abortos, etcétera, etc. Cuando hay tanto daño por medio, quizás no baste con aplicar, a pretendida rajatabla, tal o cual artículo. Cuando existen perjuicios tan graves que atentan contra la propia supervivencia de las personas en lugares ya muy despoblados, tal vez haya que poner los pies en la tierra, ver y estudiar la realidad y no ampararse únicamente en aspectos tan volátiles, e interpretables, como el defecto de forma o una redacción confusa y poco contundente de las normas legales. Por cierto, ¿qué le pasa a la Junta y a otras instituciones que pierden y pierden y pierden pleitos y más pleitos por elaborar mal órdenes, decretos y demás?, ¿no tienen buenos abogados o no se lo toman en serio?; como no pagan ellos las derrotas en los tribunales ni salen de sus bolsillos costas e indemnizaciones?

Volvamos al lobo. Ya sé que no es posible, que es pedir una utopía inalcanzable (valga la redundancia), pero me gustaría que algún juez se diera una vuelta por una granja atacada por los lobos y "admirara" sobre el terreno obra tan dulce y creativa, que viera con sus propios ojos cadáveres ensangrentados de corderillos, ovejas despedazadas, terneros agonizantes, perros decapitados, animales amontonados aun con el pánico en la cara, paralizados, sin reacción? ¿Demagogia?, ¿tremendismo?, ¿exageración? Pregunten a los ganaderos afectados, a esas gentes acostumbradas a una vida dura pero que han sido incapaces de contener las lágrimas cuando han ido de mañana a su explotación y han visto la matanza del lobo. Y que tienen que tragarse su rabia y su impotencia al comprobar que les hacen poco caso, que su problema sigue ahí año tras año y que la única solución que, en la desesperación, se les ocurre es vender el rebaño, mandarlo todo a tomar?y abandonar el campo. Y luego nos dirán que es necesario luchar contra la despoblación, crear empleo en el medio rural, aprovechar los recursos naturales, producir alimentos de calidad, cuidar las razas autóctonas y así sucesivamente.

Ya digo: no estaría mal que alguien que tiene que decidir sobre si se permite o no la caza (restringida, oiga, restringida, que parece que se habla de masacres indiscriminadas) del cánido se diera un baño de realidad sobre el terreno uno de esos amaneceres donde el dolor y la ruina asoman al compás de cada dentellada. No estorba. Y quizás influya en si aplicamos de una forma u otra artículos que se prestan a más de una interpretación.

Mientras llega ese subliminal momento, no cacen ni controlen al lobo. Cómprenle un todoterreno para que se pasee por las sierras, ofrézcanle su casa, obséquienle con unas chuletillas de lechazo, léanle (al revés) los cuentos de Caperucita y de Los tres cerditos y disfruten de su compañía. Aprovechen la ocasión porque dicen que estos animalitos (los lobos) están en retroceso. ¡Y lo aseguran hasta los jueces con la ley en la mano!