Siempre se ha dicho, y es verdad indiscutible por la evidencia y hechos de cada día, que "quien tiene un amigo, tiene un tesoro"; pues, como éstos son cada vez más escasos, y ello conlleva un incremento de su apreciación. Y cuando nos referimos a "amigos" en el estricto sentido del término, tal como lo define el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española "que tiene relación de amistad", definiendo ésta como "afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato"; lo cual es difícil dada la lamentable condición humana en casi todos los ámbitos en los que se desarrolla como puede ser el laboral, el ciudadano, de vecindad, etc., provocado por la falta de madurez personal, por la envidia, etc., en suma por la falta de educación que debiera de haber sido impartida por progenitores y maestro, que voluntariamente han asumido tan difícil y compleja actividad. Por ello se cuentan los amigos con los dedos de la mano "y sobran"; además de no confundir la amistad, con compañeros de trabajo, vecinos, familiares, "conocidos y saludados".

El apoyo, la ayuda, la visita y compañía en la enfermedad y en la desgracia; el ejemplo en la conducta en todos sus ámbitos, especialmente cuando se sufre y se lleva con entereza, con empuje, con valentía; la buena voluntad mostrada en sus respectivos quehaceres como son, ente otros los laborales y las relaciones humanas de todo tipo y condición; la máxima entrega y dedicación al trabajo bien hecho, requerido de una manera especialísima si lo es en el ámbito sanitario y docente, y a la satisfacción y alegría de esposo e hijos y demás familiares, amigos y demás personas con las que trata.

Pues cuando se tiene la inmensa suerte de contar con una persona amiga y la llama el Señor, el vacío que nos deja, la desazón que nos provoca, la incomprensión del hecho, nos perturba y entristece sobremanera; bien es cierto, que los creyentes tenemos que tener presente que hay que aceptar el "hágase tu voluntad así en la Tierra como en el Cielo"; y que cuando quién nos deja es todavía joven, es porque "la quiere más" y desea "tenerla pronto a su lado". El consuelo es su recuerdo imborrable e imperecedero, que siempre vivirá con quienes tuvimos la fortuna de encontrarnos entre sus amigos.

Doña Misericordia Velasco Bernal, Maru o Mise, para sus innumerables amistades, recientemente fallecida, tenía, entre otras muchísimas más, las cualidades antedichas, que toda auténtica amiga debiera ostentar.

A su esposo, Mariano; a su hija María; a su hermano Andrés y esposa; a sus tías, a sus familiares, a sus intimísimos amigos los "charritos", y demás personas que han sentido su desaparición física, nuestro más sentido pésame; a la vez que elevamos nuestras oraciones por su alma.

Mise, siempre viva en nuestro recuerdo. Descansa en paz.

Sancho de Moncada