La nomofobia hace estragos. La nomofobia es el miedo a quedarse sin el teléfono móvil. Yo la verdad es que le tengo más miedo a quedarme sin dinero. Pero ya saben que sobre gustos sí hay mucho escrito. La nomofobia tiene como primer síntoma ese brinquito que te da el corazón cuando, en un gesto instintivo, te palpas el bolsillo donde sueles llevar el móvil y ves que está vacío. El bolsillo. De pronto caes en que lo has dejado en la mesa o que está en otro bolsillo. Y al encontrarlo sucede esa sensación de alivio, de bienestar diría yo. De alegría de vivir, incluso. Los nuevos tiempos traen nuevas enfermedades. La RAE todavía no ha admitido el término nomofobia. Será que la Academia no tiene miedo a quedarse sin teléfono móvil. Supongo que el fijo les funcionará. Lo más parecido que hay en el diccionario a nomofobia es nosofobia, miedo a la enfermedad. Especialmente a la infecciosa. No faltará quien esté aquejado de nomofobia y nosofobia, gente, yo incluido, cuyo verdadero pavor será estar enfermo y sin teléfono. Ya si encima estás sin un duro, la cosa debe ser horrible. Decía que los nuevos tiempos traen nuevas enfermedades o males, pero claro, sobre todo al primer mundo. En otros lugares del globo, la preocupación es no tener casa, alimentos o agua. La nomofobia es también el miedo a salir de casa sin el móvil o la sensación angustiosa de quedarnos sin batería cuando todavía falta mucho para retornar a casa. Menos mal que ya en los restaurantes y otros muchos establecimientos te cargan el móvil amablemente. Me pone unas almejas, me pone un vino blanco y me pone el móvil a cargar. Luego me trae un solomillo y me trae el móvil. De postre vendrá un flan y revisar los whatsapp. Los grupos de whatsapp te anclan al mundo. Tal vez habrá que inventar un palabro nuevo para quien tenga miedo a quedarse sin grupos de whatsapp. No estar en ninguno ha de conducir a una importante sensación de orfandad y soledad. Imaginen vivir sin el negro bien dotado. Tampoco estaría mal otra palabra para definir esa intención teñida de ira que a veces nos impulsa a querer salirnos de un grupo. Generalmente se impone el sentido común o el miedo al reproche y uno permanece en él igual que permanece en un gimnasio en el que paga la cuota pero no va. O sea, jodido y con remordimientos y sin ganas de mirar lo que acontece en ese grupo. O en ese gimnasio. Y engordando tal vez. Debemos inventar una palabra para designar el temor a que el móvil engorde. Cosas peores se han visto. O temido.