El clero vasco ha decidido pedir perdón. No sé si también el navarro que estuvo en el mismo ajo, el de la condescendencia y la sobreprotección a los asesinos de Eta. Lo hacen cuando se van a cumplir 50 años del primer asesinato de Eta. Y fueron cerca de novecientos los perpetrados con todo tipo de armas y explosivos por la banda asesina. El clero de hoy pide perdón por los errores y aberraciones del clero de ayer, de los antecesores, de los que escondían a los etarras en las sacristías y las armas bajo el altar mayor.

Que nadie se escandalice porque eso es así, fue así a lo largo y ancho de los años del plomo. Me confieso católica pero no me duelen prendas a la hora de reconocer los fallos garrafales de una parte de la Iglesia católica, la que compone el clero, empezando por la jerarquía, en un tiempo en el que hubiera sido preferible que se mantuviera neutral ya que no estaba por la defensa de los inocentes. Tanto defender la vida de los no nacidos, que también yo defiendo, y qué poco hicieron por la vida de los ya nacidos, niños, mujeres y hombres de todas las edades.

Un religioso, cuyo nombre no viene al caso, miembro de una congregación de gran arraigo en el norte, me confesó hace unos años sin ambages y en tono de arrepentimiento que cuántas veces ocultó en la casa que compartía con los compañeros a etarras que volvían de matar inocentes. Confieso que me cogí un cabreo monumental, pero también confieso que fui más indulgente con su flaqueza que él y sus compañeros de Orden lo fueron con los guardias civiles y policías asesinados en las etapas más duras del reinado etarra.

El odio de los terroristas y radicales a la Guardia Civil se puso de manifiesto no hace tanto en Alsasua. Los acribillaron a patadas y puñetazos. Entonces los acribillaban a balazos y si a alguno se le ocurría seguir respirando ya sabemos que el tiro de gracia en la nuca era marca de la casa. Qué quiere que le diga, ni me ha convencido el comunicado de Eta ni me convence el perdón pedido por el clero vasco, cómplice de los asesinos durante demasiados años. Llega muy tarde ese arrepentimiento. Un clero instalado en la comodidad sobre el que siempre recayó la sospecha de las fuerzas del orden que fueron mucho más indulgentes y respetuosos con ellos que ellos con la vida de los agentes del orden.

El papel de aquellos obispos fue deleznable, especialmente el del obispo manso que nos engañó a todos o eso consiguió en un principio el obispo de las dos caras. Al cabo de los años nos han demostrado que para ellos había dos rebaños, uno de atención preferente, el de los etarras y radicales y otro, de regional, el de las fuerzas del orden que murieron a mansalva pero jamás se rindieron. Ni siquiera cuando aquel atentado del comando Argala de Eta, que a las seis de la mañana de un 11 de diciembre de hace treinta años, colocó un coche bomba en la puerta de la Casa Cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, abriendo las puertas del infierno: 11 personas muertas, seis de ellas menores de edad y 70 personas heridas. Llega tarde su perdón. No sé si puedo. Señor, perdónalos Tú, aunque estos sí sabían lo que hacían.