en una ciudad perdida del antiguo Imperio asirio se encuentra custodiada una milenaria tablilla de barro en la que se explica que la izquierda española está obligada a hacer el ridículo cada vez que los vientos parecen soplar a su favor. Perder oportunidades históricas en las que podrían alcanzar el poder constituye una tradición ancestral.

El PP de Madrid lleva varias semanas observando de reojo el precipicio. Cs por fin se encuentra ante el reto de tomar una decisión que no se limite a impulsar comisiones de investigación, dar bandazos ideológicos o poner sobre la mesa ultimátums infinitos. Ante tal tesitura, los partidos de izquierdas podrían aprovechar la oportunidad con astucia para favorecer sus intereses y ganar rédito electoral. O, al menos, estarse quietos mientras sus rivales se van adentrando en las arenas movedizas. Pero aquí nos va el rock&roll y la tragedia. Por eso, Podemos ha decidido lanzarse a un bochorno espectáculo de intrigas palaciegas cutres y en el PSOE le hacen guiños a una posible candidata de otro partido, como es Manuela Carmena.

La vida sería aburridísima sin intrigas palaciegas, conspiraciones y contubernios ajenos. Nada mejor que un buen salseo entre compañeros de partido para alegrarle a una el tedioso proceso de pagar el IVA trimestral. Pero si te vas a poner a acuchillar por la espalda a tus queridísimos camaradas, qué menos que hacerlo con sutileza. No se puede jugar a ser maquiavélico cuando tus grandes estrategias para vencer al enemigo comparten eficacia con las trampas marca ACME que el Coyote le ponía al Correcaminos.

Esta pobre gente de la izquierda española todavía tiene mucho que aprender de Rajoy y su infalible método para salir airoso de cualquier enfrentamiento o conflicto: no hacer nada. Aguantar en silencio hasta conseguir vencer a tu contrario por puro agotamiento, la fórmula mágica con la que el rajoyismo lleva años alcanzado sus metas en paz. Pues no, los malditos rojos tienen que pasarse el día planeando cosas, discutiendo matices, rajándose entre ellos por cuestiones programáticas. ¡Que os estéis quietos y callados, copón! Y, al menos, si vais a dedicar vuestro hermoso tiempo a las luchas intestinas, hacedlo con más gracia.

O quizás estamos ante un fallo inicial de concepto. A lo mejor todavía no han entendido que se trata de vencer a los otros partidos, no de vencerse entre ellos. Un error de comprensión lo tiene cualquiera. De ser así, esto se arregla con una fiesta en una piscina de bolas y una bandejita de medias lunas de jamón y queso. A partir de ahí, todos amigos, cohesión infinita en la izquierda. Ay, espera, que me da la risa.