Tras revisar varias veces las imágenes que publicaban tanto los medios escritos como las emitidas por las televisiones nacionales, podía observarse, en todas ellas, que aparecían los rostros sonrientes de un montón de gente que, en ocasiones, no se conformaba con abrir la boca de oreja a oreja, sino que aplaudía enfervorizada como Manolo el del bombo. De manera que cabía pensar que tal exaltación podría ser debida a algún acontecimiento provechoso, divertido, agradable, digno de ser disfrutado. Pero la cosa no iba por ahí, sino que aquel grupo numeroso de gente se había reunido para tratar el problema de la despoblación en ciertas regiones españolas, y muy especialmente en aquella en la que se encontraban, que estaba desapareciendo a pasos agigantados. Así que el tema no era para reírse precisamente, y menos aún para sacar a colación abrazos, cobas y panegíricos, ni para decir en voz alta que todo marchaba estupendamente, felicitándose y dándose abrazos entre floreos, lisonjas y sonrisas.

Pero los asistentes, al igual que los extras de Bienvenido Mr. Marshall, formaban parte de un coro que daba al acto un tono de comedia, como si de una peli de Berlanga se tratara. Aquellos enfervorizados ciudadanos, entre los que no escaseaban los aborígenes locales, no parecían caer en la cuenta que el motivo por el que estaban reunidos era muy serio, puesto que la cosa iba de la inexorable desaparición de algunos territorios, y no de representar la alegoría de la primavera.

Cabría pensar que, tras haber celebrado aquella reunión, habrían tomado algunas medidas a implementar, en aras a arreglar el entuerto, o al menos a paliarlo en la medida de lo posible, porque eran tales las caras de satisfacción de los asistentes, que daba la impresión que les hubiera llegado la noticia que iba a implantarse una factoría de la "General Motors" o de la "Mitsubishi Electric Corporation", que generaría unos cuantos miles de puestos de trabajo. Pero nada más lejos de la realidad, porque solo se trataba de festejar la buena marcha del país, la prosperidad de la región, el relanzamiento de la provincia, y colorín colorado aquel cuento se había acabado, nunca mejor dicho lo de acabado, y quizás, también, lo de cuento.

Ninguno debió consultar la descendente curva del número de habitantes que vivían en aquella tierra, que menguando al cinco por ciento cada año, iba camino de la desaparición en unas pocas décadas. Nadie parecía consciente que sus ruinas quizás sirvieran, en un futuro no muy lejano, para implementar algún parque temático.

Mientras tanto, fuera del recinto teatral una señora, que se identificó como vecina de una de las regiones más deprimidas de la zona, increpaba educadamente a los actores del sainete, invitándolos a dar un paseo por el centro de la ciudad, no se sabe bien si por educación y cortesía, o para que pudieran decir algún día que ellos habían estado allí cuando la ciudad aun existía.

Lo cierto es que los sonrientes ciudadanos reunidos no estaban asistiendo a un concierto de la Orquesta Sinfónica Nacional, ni a una función de ópera, ni tampoco a una representación del Centro Dramático Nacional, aunque se encontraran en un teatro, sino a un acto de carácter exclusivamente político, organizado por un determinado partido, en el que lo que primaba era autoenaltecerse y salir en el mayor número de fotos.

A todo esto, convendría resaltar que, aunque no nos caiga muy bien nuestra familia política, el que más y el que menos recibe a sus suegros cuando aquellos se desplazan hasta la ciudad donde vive y hace lo propio cuando viaja al pueblo de su mujer. Pero allí, en la ciudad de las caras sonrientes, el alcalde local y el presidente visitante ni siquiera debieron llegar a saludarse, o al menos esa imagen no llegó a verse en las imágenes ofrecidas por los medios. Porque, aunque la visita no fuera oficial, lo cortés no quita lo valiente, ya que todos formamos parte de una misma familia, mejor o peor avenida, y aunque no nos lleguen a gustar los cuñados, por saludarlos no pasa nada, porque después unos se van al fútbol y otros a los toros.

La educación y la cortesía no deben estar reñidos con las ideas. No se debe confundir el culo con las témporas, ya que el culo cada vez aumenta más de tamaño, aunque los ayunos sean cada vez más infrecuentes.