Mundo rural y reto demográfico. Así se ha anunciado la Convención del PP en Zamora para abordar el problema de la despoblación. Y ahí viene la primera sorpresa: no aparece la palabra "despoblación". Es como si a los populares les diera urticaria emplear este vocablo. Oigan, no; reto demográfico, no; des-po-bla-ción, con todas las letras. Déjense ya de eufemismos y de rodeos y llamen a las cosas por su nombre, primer paso, el diagnóstico, para aplicar la terapia correcta. Han tardado años y años en reconocer públicamente la existencia de este problema. No esperen siglos a hacerle frente con seriedad, valentía y ganas de resolverlo. Hasta ahora, no ha sido así.

Cuando escribo estas líneas (primeras horas del sábado), ignoro, obviamente, cómo se va a desarrollar la convención, aunque lo intuyo. Y, por el bien de esta tierra, por su futuro, me gustaría equivocarme, pero son tantos y tantos los fiascos, las declaraciones hueras, las promesas incumplidas, los anuncios para cubrir, y mal, el expediente, los esfuerzos por ocultar el problema en vez de dedicar esos esfuerzos a encontrar soluciones?A ver si, por fin, cambia la dinámica.

Y cuando lean ustedes este artículo, ya en domingo, sabremos lo que ha dado de sí la reunión a la que acude parte de la plana mayor de los populares, con Rajoy y Sáenz de Santamaría a la cabeza. Ya verán como en unas cuatro horas pasamos del pesimismo y el dolor de los datos al optimismo de hablar, otra vez, de planes, proyectos, agendas, libros blancos, estudios, análisis de expertos? Y todo ello sin que el Gobierno haya presentado, como se comprometió hace un año, la cacareada Estrategia contra la Despoblación, o algo así, anunciada tras la cumbre de presidentes autonómicos con Rajoy. ¿Qué se fizo de ella? Pues, más o menos lo mismo que de aquel Plan Zamora de los tiempos de Lucas, y ya ha llovido. Uno vivió aquello en primera línea informativa. De ahí que desconfíe por mucho que las cosas hayan cambiado algo y ahora todo político que se precie y aspire a escalar o mantenerse tiene que hablar de la España vacía, ponerse trascendente y soltar las perogrulladas que llevamos oyendo por doquier desde que referirse a la despoblación se puso de moda.

Sospecho que en este asunto, como en tantos otros, el PP y el Gobierno han puesto en marcha su aparato de propaganda para unificar mensajes y decir todos lo mismo. A saber: la despoblación se ataja creando empleo y dando buenos servicios. Lo he escuchado unas treinta o cuarenta veces en los últimos días. ¡Acabáramos! Para ese viaje no hacían falta alforjas, ni convenciones, ni estrategias, ni proyectos, ni conclusiones de catedráticos. Eso lo sabe hasta un niño de teta. Si no hay trabajo, la gente se va a otro lado. Si no tiene buenos, y asequibles, servicios, también se va. En ocasiones, se va aunque tenga empleo y servicios correctos. Y se va porque socialmente "vende" mucho más vivir en una ciudad que en un pueblo, tiran más los escaparates y los paseos por Santa Clara que la tranquilidad, el silencio y las charlas en el bar de toda la vida.

Y las administraciones, con su pasividad, con su mirar para otro lado, han contribuido, y aun siguen, a que el el urbanita sea considerado señorito y fino y el habitante del pueblo un paleto o un gañán. Pero, claro, estos matices, estas sutilezas, no se van a abordar nunca ni en convenciones ni en estudios. Sin embargo, a mi juicio, influyen, y mucho, en la pérdida de población en el medio rural, ese para el que todo son buenas palabras pero que continúa huérfano de hechos. ¿Qué tal si como primera medida, que es fácil de adoptar, se suprime tanta y tanta burocracia y se facilitan los trámites a los emprendedores que quieran instalarse en el mundo rural? Ahora es un calvario que hace desistir a muchos. ¿Qué tal empezar a hablar en serio de re-po-bla-ción? Los expertos coinciden en que, según están las cosas, solo la llegada de extranjeros puede atajar la sangría poblacional en muchas comarcas y en las nueve provincias de Castilla y León. ¿Qué diferencia hay entre apostar por esa solución de forma desordenada e individual o trazar un plan serio de repoblación allá donde sea posible y aunque haya que optar por expropiaciones y otras medidas quizás polémicas?

Algo distinto habrá que hacer. Lo ¿hecho? Hasta ahora no ha servido. Castilla y León perdió 102.606 habitantes en los últimos diez años. Se augura que perderá otros 262.058 hasta el 2031. O sea, que pintan bastos y no se intuyen soluciones porque cada vez que se habla de despoblación, cuando se habla, se dice lo mismo que se repite desde ni se sabe cuándo y se hace lo que se viene haciendo desde idéntica fecha. Es decir, nada.