Antes de estas vacaciones, el señor consejero suscribía una carta abierta a Félix Rodríguez de la Fuente, donde se destacaba, en sus palabras o en las de su amanuense, la labor del finado en la educación de los jóvenes. Parece ser costumbre inveterada del país no hablar mal de los muertos, y también, aprovechar las significadas estelas de los difuntos a beneficio propio, ajeno el aprovechamiento a controversias desde la fuente.

En este caso, el político de turno nos cubre de vergüenza, y ya que se refiere a la educación de los niños -pensando en los votos de sus progenitores- permítasenos puntualizar alguna cuestión, en aras, igualmente, a la correcta educación de los menores.

Firma el responsable de Fomento y Medio Ambiente de Castilla y León (igual había que comenzar explicando como se puede agrupar lo uno y lo otro, en equidad, al menos) acerca del 'respeto por la Naturaleza que nuestra sociedad tiene', recordando los lobos de Félix. 'La memoria de Félix está viva y seguimos recogiendo los frutos de lo que él fue implantando en la sociedad'.

Es un ejercicio de cinismo sin par que el autor intelectual confeso o al menos el responsable político de una resolución que se transforma en la muerte de centenares de ejemplares (429 sólo en el paquete de cupos 16-19) se asocie a los frutos de quién defendía el papel insustituible del animal.

Esto nos recuerda aquello de que 'Le pega porque le quiere', en cuestiones de género, que afortunadamente va cayendo en el olvido, o al menos, al margen de lo correcto. Dicho de otra manera, quien quiere al lobo, a la vida, y quien tiene al menos dos dedos de frente, o de respeto a las normas, no los mata. No hay, no puede haber, otra. O se protege o no se protege. Mejor aún, sí se mata no se protege.

Pero que se mencione que 'diferentes leyes conservacionistas permitieron a nuestro país posicionarse como un claro referente europeo en materia de protección de la biodiversidad' clama al cielo (no sabemos a cuál, pero a alguno).

Quién, habiendo sido alguna vez jurista, dirige un departamento con un historial como el suyo de sentencias que anulan todo lo que toca (en lo ambiental) debería, sí es que no dimite, ser más prudente, respetando a buena parte de la ciudadanía. A sentencias adversas a parques eólicos, a líneas de evacuación de estos, a sus trámites ambientales, si bien esto es una vieja y dolorosa historia de fracaso ambiental, se suman sentencias anulatorias del último plan del lobo, anulatorias de los aprovechamientos (maldito nombre) comarcales de lobos 15-16 (es decir, de la orden de muertes de lobos, ya del mandato del consejero), anulatorias de la orden de quemas 2016, anulatorias de la orden anual de caza 2016, anulatorias del decreto de caza (en fino y mentiroso, conservación de las especies cinegéticas de Castilla y León), anulatorias del Consejo Regional del Medio Ambiente (falso título, también). En fin, suma y sigue, aunque ya cuesta ver que falta por anular.

¿Para cuándo, señor Juan Carlos Suárez-Quiñones y Fernández, un replanteamiento de esta deriva disparatada? Mientras desde ASCEL (Asociación para al Conservación y Estudio del Lobo Ibérico) continuamos empeñados en demostrar que la Junta de Castilla y León está incumpliendo muchas normas ambientales, poniendo en peligro a esta especie, en contra de la obligación internacional de preservar el papel crítico del lobo en nuestra vida saludable, y en particular, en demostrarle a usted para que sirven las sentencias.

Mientras tanto, Castilla y León se confirma como un pozo negro ambiental en la península, y el señor consejero se consagra como el pocero mayor.

(*) Biólogo. Presidente de la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico