Lo han cogido tan a pecho que lo del máster de Cristina Cifuentes parece ya el cuento de nunca acabar. Se está rebuscando en los perfiles académicos de todo bicho viviente que se mueve en política y están apareciendo cositas aquí y allá. Da la sensación de que nadie está en disposición de lanzar la primera piedra porque nadie o muy pocos están libres de culpa. Son más de los que podíamos pensar los políticos que tienen añadidos en su lista de logros académicos.

El penúltimo en ponerse en tela de juicio es el secretario general del Partido Socialista de Madrid, José Manuel Franco. En el apellido lleva la penitencia. Dicen los que todo lo saben que no tiene nada que ver con lo de Cifuentes, mira que bien, algunos se han sacado un máster en dilucidación. Lo cierto es que el socialista, señor Franco, falseó su curriculum académico y añadió en su biografía de la Cámara Autonómica madrileña una carrera de Matemáticas que nunca cursó.

Lo curioso del caso es que el socialista, señor Franco, fue quien registró la moción de censura contra la presidenta de la Comunidad de Madrid por haber obtenido el máster en la Universidad Rey Juan Carlos de forma irregular. Y a lo de este señor, ¿Cómo hay que llamarlo? ¿Se trata también de una irregularidad? Ah, no, ¿Qué lo engañaron? ¿Qué fue un error? Esto parece la ley del embudo. A los que les ha tocado la parte estrecha que se santigüen.

Este señor se ha confesado diciendo que nunca cursó la licenciatura de Matemáticas, que se trata de un error ajeno porque él no la incluyó, se la incluyeron en la Asamblea de Madrid. Cabe pensar si con el máster de la Cifuentes no pasaría también algo raro, que ella creyese qué y que en realidad fuera 'co'. Ya sé que no hay por dónde cogerlo. Pero tampoco hay por dónde coger lo del socialista señor Franco. Y como él, tantos dirigentes a izquierda y derecha.

No entiendo ese afán de algunos políticos por colocar en sus curris cuantos más másters mejor, como si eso les hiciera mejores políticos, como si la titulitis, problema endémico en España, fuera un seguro de honestidad, de eficacia y de eficiencia. El más vago, el más lerdo, el más tonto, el más prepotente, cuantas veces es el académicamente mejor preparado, el más titulado. Claro, se duermen en los laureles, creyendo que el título les da bula y no dan palo al agua.

A ver si acaban ya con esto de las 'fichas' académicas de cada quien y se centran en lo verdaderamente importante como por ejemplo los ERE de Andalucía. Acaba de declarar como quien dice el señor Griñán, al que ni el ujier creyó de lo mal que argumentó y apenas unas líneas, una foto de perfil y un pie de foto. Y no será porque no hay tela de sobra para cortar. Lo cierto es que siempre se ha pasado casi de puntillas sobre el peor y más grande caso de corrupción de la España democrática.

Que dejen de competir en títulos y en masteres y que se diplomen en honestidad, en cercanía, en honradez, en eficacia, en eficiencia y en todo aquello que debe formar parte del decálogo de todo buen político. Las instituciones se dignifican sin mentirosos, sin fatuos, sin todos aquellos que se creen por encima de los demás por el hecho de haber conseguido un máster o un título de más.