Lo que hundió Richard Nixon, presidente de Estados Unidos que dimitió en 1974 a medio mandato, no fue que pillaran a unos espías torpes en unas oficinas del Partido Demócrata, una anécdota relativamente menor. Lo que hundió a aquella Administración fue la pelota creciente de mentiras en la que se fue envolviendo para ocultar su responsabilidad. Lo más grave no fue que pagaran a los espías con dinero de los donativos al Comité para la Reelección del Presidente (CRP); la gravedad obvia de este hecho palideció cuando se supo que dinero de la misma caja había comprado el silencio de los detenidos. Un delito de encubrimiento, del que eran responsables altos cargos del gobierno y de la Casa Blanca. La puntilla fue descubrir que el propio presidente había autorizado esos pagos. Tras negarlo todo por activa y por pasiva, Nixon plegó el 8 de agosto de 1974, a medio mandato.

Cristina Cifuentes ha sido pillada en un renuncio: inventarse una calificación académica para inflar su currículum. Es una tentación en la que caen algunas personas y que en países exigentes pueden suponer el final de una carrera política. En Europa meridional, más laxa y acostumbrada al fraude, los pillados esgrimen la excusa del error involuntario o de la mala transcripción, corrigen el currículo en su página web, y adiós muy buenas. Pero la presidenta de la Comunidad de Madrid se ha complicado la vida. La catarata de noticias apunta a que ha intentado tapar cada trampa con otra trampa, ha comprometido a profesores e incluso en el rectorado de la Universidad Rey Juan Carlos (RJC) y finalmente el lío podría ser investigado por la fiscalía, porque falsificar documentos oficiales, y las notas y títulos universitarios lo son, es un delito del Código Penal. Cada vez que se revuelve la cuerda la estrangula un poco más.

Hierve la cazuela de las hipótesis sobre la mano oculta que ha destapado el escándalo, y muchos apuntan a las interioridades del PP, que en Madrid está en guerra civil desde hace tiempo. Las facciones se atacan a golpe de filtración, y el escenario bélico ha dejado la organización regional del partido con pocos líderes intactos. Cifuentes era la gran esperanza para resistir el embate de Ciudadanos, y ahora ha quedado seriamente tocada. Albert Rivera no para de reír.