Nadie lo critica, nadie dice nada, como si ese tipo de comportamiento fuese el normal. Como si el insulto, el desprecio y la vejación formaran parte del espectáculo. Como si los ciudadanos tuvieran la obligación de aguantar las impertinencias de un grupo, más o menos numeroso, cuando asisten a un partido de fútbol tras haber pagado un alto precio para ver el espectáculo. Y es que para algunos silbar un himno o vituperar una bandera, no es una desconsideración, ni tiene importancia, porque, al fin y al cabo, son solo un trapo y unas cuantas notas musicales. Pero lo cierto es que, si otros hicieran lo mismo con su himno o su bandera, probablemente se sentirían molestos u ofendidos.

De hecho, las leyes y las normas prohíben realizar actos que atenten a la dignidad de las personas, incluidos los gritos y acciones contra los símbolos del país de cada uno. Pero, en España, las autoridades y los clubes de futbol miran para otro lado y no toman apenas medidas para evitarlo, de manera que algún día puede llegar a saltar la chispa que dé al traste con el espectáculo. Porque el personal aguanta bastante, pero en un momento determinado quizás le dé por aplicar el mismo tratamiento a quienes les increpan, vejan y menosprecian, y profieran los mismos gritos, y porten similares pancartas a las que exhiben los provocadores. Y lo que, hasta ese momento, estaba pasando por una cosa "sin importancia" podría acabar como el rosario de la aurora. Porque es fácil aplicar la ley del embudo cuando favorece al individuo que lo tiene a mano, pero si se le da la vuelta al útil, la cosa ya empieza a verse de otra manera. Eso es lo que está ocurriendo con unos personajes similares a Mortadelo o Filemón, que utilizan las leyes solo en las ocasiones en las que les son propicias, y entienden la democracia de la manera que les conviene en cada caso. De manera que el lio está ya montado, solo falta que a algún exaltado le dé por actuar de aquella manera, y todo el mundo se llevará las manos a la cabeza, y dirá que no se habían tomado las medidas necesarias para evitarlo, y más de uno tendrá que arrepentirse de no haber actuado a tiempo.

Porque la gente, en general, va a ver un partido de futbol para divertirse, para ver ganar a su equipo, y en eso se encuentra incluido el derecho a animarlo, e incluso a estar en desacuerdo con el árbitro. Pero ahí acaba la cosa, porque para hacer política ya existen otros foros, e insultar y provocar no es derecho de nadie. De hecho, las leyes y reglamentos existentes regulan este tipo de situaciones, aunque parezca que no existan, porque o no se aplican o lo hacen con una laxitud que quienes se las saltan vuelven a repetir al año siguiente.

El Reglamento de FIFA para los estadios, dice en su capítulo VI, artículo 46, punto 3, lo siguiente: "El código de conducta del estadio debe contener reglas para reducir el riesgo de que el comportamiento de los espectadores pueda afectar a la seguridad y el orden público. Si se violan dichas reglas, los infractores podrán ser sancionados de acuerdo con las leyes del país, con medidas que pueden incluir también la expulsión del estadio".

El Código Penal, en su artículo 543 de la ley orgánica 10/2015 dice que "los ultrajes de palabra o por escrito o de hecho a España o a sus símbolos o emblemas, se castigarán de 7 a 12 meses de prisión".

El artículo 20, punto 2, apartados f) y g) del Real Decreto 203/2010 de 26 de febrero, que se refiere al Reglamento de prevención de la violencia, racismo, xenofobia e intolerancia en el deporte, dice: "En el reverso de las entradas deben figurar las causas que impiden el acceso o a la permanencia en el estadio", entre otros, se incluyen los apartados f) y g) que dicen: "Introducir, exhibir o elaborar pancartas, banderas, símbolos u otras señales que inciten a la violencia, en cuya virtud una persona o grupo sea amenazada, insultada o vejada", dándole idéntico tratamiento a los cánticos.

Viene todo esto a cuento, porque dentro de unas pocas fechas se va a producir una situación que viene repitiéndose los últimos años, ya que la final de la Copa del Rey de Fútbol está próxima a celebrarse, y el enfrentamiento entre el Sevilla C. F. y el F.C.Barcelona se encuentra a la vuelta de la esquina.

En esta ocasión se celebrará en un estadio madrileño, que acogerá a 68.000 espectadores, de los que 56.000 o sea más del 80% resultarán ofendidos con los pitos y canticos del resto que volverán a ejercer el papel de provocadores. Basta echar la cuenta, de que el estadio se divide a tercios, uno para cada uno de los dos clubes que compiten, y un tercero para el resto de los aficionados. Partiendo de que llegaran a actuar la mitad de los seguidores catalanes como folloneros independentistas, llegaría a salir la cuenta.

Qué lástima, que una fiesta como esa vaya a verse envuelta en líos y provocaciones. Qué lástima tener que recordar aquel verso de Antonio Machado:

Creí mi hogar apagado/ y revolví la ceniza?. / Me quemé la mano