Es el escenario natural de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo y también el lugar de encuentro de los zamoranos, los que aquí permanecen y los de la diáspora. Aquellos que sólo vemos de guindas a brevas, que ya apenas vienen a la tierra pero que se sienten convocados por el sonido de Barandales o el otro que llama a rebato del Merlú porque en Zamora se ha encendido el fuego de la Pasión. Zamora es una explosión humana estos días centrales de la gran semana. En algunos puntos Zamora es incluso una babel. Ya se han incorporado los que vienen de allende los Pirineos a conocernos, a empaparse de lo nuestro, atraídos por una forma de ver, de hacer y de sentir la Semana Santa muy diferente a esa otra que copa en imágenes los telediarios nacionales.

Todos nos vemos en la calle. En cada zamorano hay un pregonero. En cada zamorano hay un cicerone. En cada uno de nosotros hay un zamorano orgulloso de lo nuestro que es lo de todos. Mi Virgen es tu Virgen y la Virgen de los demás. Mi Cristo es tu Cristo y el Cristo de los demás. Mi cofradía es la tuya y la de todos los demás. Si acaso, por una cuestión sentimental, mi cofradía, que también es la tuya, me pertenece porque cosida a la túnica de los hermanos camina mi padre al que sigo aguardando emocionada en la acera, esperando ese guiño o puede que esa seña que sólo percibo yo porque a mí está dedicada.

Si no fuera por los hermanos de acera, el gran teatro callejero no tendría público. Los hermanos de acera nos encargamos de guardar la calle para que desfilen aquellos a los que escoltamos. No siempre como conviene, no siempre como debe ser, no siempre desde el respeto absoluto que merece la conmemoración, pero ahí estamos, aguantando el tirón de la espera porque la calle es nuestro punto de encuentro. Cada zamorano tiene su rincón, su calle, su plaza por las que ver discurrir al Crucificado o a la Virgen de sus amores y allí nos vemos. Y allí echamos un parlado mientras esperamos. Y allí nos contamos nuestras cuitas e incluso discutimos el sentir de la Pasión de Nuestro Señor que para unos es tan sólo un hecho cultural, una tradición y para la mayoría es el hecho callado, austero, íntimo y religioso que constituye la esencia de las procesiones de Zamora.

No sé qué tiene Zamora en Semana Santa que parece otra siendo la misma. Ese vacío que se adueña de sus calles durante la estación fría, y no precisamente por esa circunstancia, ha dado un vuelco, sobre todo desde ayer. Ojalá todos los días Zamora registrara este lleno que disfrutamos ahora. Ojalá Zamora recuperase su antiguo esplendor. Ojalá Zamora abriera en lugar de cerrar tantos establecimientos como estos días han amanecido con la trapa bajada para siempre o el cartel de cese y no siempre por jubilación, a veces también por inanición.

Zamora se ofrece estos días en cuerpo y alma a propios y extraños. Las escenas de la Pasión se erigen en protagonistas y con ellas la calle, es decir, nosotros todos. No sé qué será de Zamora y qué pasará con Zamora. Pero hoy, y mañana y pasado y el Domingo de Resurrección, tenemos una cita. Nos vemos en la calle.