Marzo está respondiendo plenamente a su fama: nos está inundando de marzadas. Aunque el Diccionario de la Lengua Española no recoja tal palabra, por estas tierras todo el mundo sabe qué es una marzada: esa tormenta fuerte, rápida, pasajera que suele traer lluvia, viento y hasta granizo, y deja paso pronto a cielos despejados, sol y calma. La gente del campo se lo toma con sabiduría y filosofía de siglos. "Son marzadas". Y se queda tan oreada, solo con el pensamiento puesto en si ha hecho daño en los cultivos o no lo ha hecho. Y con el miedo a que si graniza, se cumpla un refrán amenazante: "Negará la madre al hijo, pero no el hielo al granizo". O sea, que se teme una helada de las que arrasan.

Ahora las famosas marzadas ya parecen otra cosa distinta a las tradicionales. Se las llama ciclogénesis explosiva y se le ponen nombres de personas a poder ser finos, con muchas vocales débiles tal que Miriam o Fifí o con pronunciaciones suaves y sedosas como Giselle. Y la cosa cambia, vaya si cambia. No es lo mismo decir "marzada", con las aes golpeando desde el horizonte oscuro, que Giselle, con el tono seductor de lo francés y la caricia insinuante de la i y la e. Los tiempos adelantan que es una barbaridad. (Antonio Fonseca, el de Chencha, uno de los hombres con más gracia e ingenio que he conocido, llamada a las marzadas "gurrufidas", palabra que me gusta usar; suena al desarrollo de una marzada).

Sin embargo, este año las marzadas han sido, y siguen siendo, algo más que meteorológicas. También están dejando su huella en la política y en otros aspectos de la vida diaria. En la política vemos, no sin cierto hartazgo, una sucesión de borrascas virulentas que parecen amenazar todo lo amenazable, pero que enseguida se disipan y se quedan en nada o casi nada. O contemplamos fenómenos, como lo que sucede en Cataluña, que parecen sacados del paso de un tornado y la calma tensa que le sigue. ¿Quién le iba a decir, aunque lo sospechara, a Jordi Turull que el día después de intentar ser investido presidente de la Generalitat iba a ser enviado a la cárcel acusado de un delito de rebelión? Antes de que la CUP decidiera abstenerse, Turull, un gris cachicán de Jordi Pujol, se veía como máxima autoridad catalana y adalid republicano, independentista y redentor de su tierra. Y aspiraba, para eso se montó el pleno a la carrera, con que su elección frenara el procesamiento. ¿Cómo se iba a atrever el juez Llanera a mandar a chirona a todo un presidente de la Generalitat, heredero de Wilfredo el Belloso, los Ramón Berenguer, Casanova, Maciá, Tarradellas, etc? Pues, ocurrió. Para eso estamos en marzo, donde es posible pasar de la luz a las tinieblas en cuestión de minutos. Las marzadas tienen estas cosas.

Con Turull duermen en la trena desde el viernes otros tres ex consejeros, entre ellos el todopoderoso aspirante a ministro de Exteriores Raúl Romeva, y la ex presidenta del Parlament, Carme Forcadell, acusados también de rebelión y de otros delitos como malversación de caudales. Al parecer, y según informes de la Guardia Civil, se gastaron más de 1,7 millones de euros públicos para organizar el referéndum ilegal del 1-O. De la apoteosis y los sueños de grandeza, a la prisión incondicional y sin fianza. Y tras el auto del juez, manifestaciones y concentraciones, menos numerosas y fuertes que las anteriores, en algunos puntos de Cataluña. Cuando escribo estas líneas, ha vuelto la calma, aunque ya veremos cómo evoluciona el asunto tras el intento del presidente del Parlament de celebrar la segunda parte del pleno que pretendía investir a Turull. Roger Torrent sabe que no es posible, pero?con tal de mantener la tensión. Marzadas y más marzadas.

Otra marzada, si bien menor que todo el conflicto catalán, nos ha llegado desde Madrid con el asunto de los exámenes de Cristina Cifuentes. El estallido inicial se ha ido rebajando, aunque queda bastante por aclarar. Puede volver la borrasca si la presidenta madrileña no aclara lo que mucha gente sospecha: que hubo trato de favor por ser quien era en un máster de una universidad privada conservadora y cercana al PP. El personal anda muy susceptible con estas cosas. Aquí, el enchufe y el favoritismo son tan normales como las marzadas en marzo.

Y mientras tanto, por estos pagos, todos mirando al cielo y rezando. Unos para que se mantengan las lluvias, cuajen los sembrados y se llenen los embalses y otros para que luzca el sol, cese el frío y puedan salir las procesiones. ¿A quiénes hará caso Dios? En los próximos días saldremos de dudas. Se admiten apuestas.