En los relatos evangélicos de la Pasión del Señor, el ave que aparece nombrada es el gallo, como aviso de Jesús a la cobardía de Pedro: una premonición que a pesar de comunicársela al interesado no se dio por aludido, aunque después las lágrimas del discípulo en cuestión, sacaron a la luz y, lavaron de algún modo, su remordimiento.

Las aves están presentes en la vida de Cristo desde que sus padres hicieron la ofrenda de dos palomas en el templo.

En su vida pública, Jesús puso a los pájaros, "que ni siembran, ni siegan", como ejemplo de vida desafanada porque "Dios los alimenta". Esta comparación elogiosa la comparten con los lirios cuya belleza el cielo se encarga de vestir.

La tradición artística y piadosa ha incrementado el número de especies ligadas a Cristo, así por ejemplo, las golondrinas, petirrojos y pelícanos. Sin duda hay más, pero son las que frecuentemente vemos nombradas en la literatura piadosa o en el arte cristiano.

Si empezamos por las golondrinas, he de decir que, de niño, en el pueblo, se nos tenía mentalizados para respetarlas con el tirachinas y no causarles daño en sus nidos. El motivo de esta consideración con las aladas vecinas, en el mundo rural, puede que tenga que ver con su alegre y confiada proximidad, así como los beneficios de su alimentación a base de mosquitos. De aquí puede derivarse el concederles el honor, a éstas gráciles acróbatas del aire, de imaginarlas posándose sobre la cabeza de Cristo crucificado para arrancarle las espinas. Es una antiquísima leyenda que aparece en muchos versos de tradición oral:

"Ya vienen las golondrinas

con su pico tan sereno

a quitarle las espinas

a Jesús el Nazareno.

Artista hubo, tan convencido de su bondad natural y espiritual, que no dudó en pintarlas en el porche de la casa de la Virgen María, en el momento de la Anunciación. Así lo hizo Fray Angélico en el cuadro que se exhibe en el Museo del Prado. Acaso por mi nombre, ligado a esta pintura, sumado a los recuerdos de infancia, puede que sea el cuadro que más tiempo y más veces me he detenido a contemplar en esa catedral del arte que tiene y tuvo Madrid, mucho antes que La Almudena. Pues bien, sucedía que un servidor al salir, al término de la visita, y como quien no quiere irse y se aleja mirando atrás, me consolaba viendo los nidos de golondrina apiñados bajo el alero del tejado de la pinacoteca. Apuesto que sabían que allí estaba su sitio reservado, desde siglos, por el pintor eximio que les abrió la puerta de ese templo del arte. Pero no se molesten en comprobar mi observación emocionada porque, ya sea el ruido insoportable del tráfico, o la excesiva asepsia de algún "encargado", hizo desaparecer esa milagrosa conexión de arte y vida que un servidor da fe, por el santo nombre que me bautizaron.

También a los petirrojos se les atribuye el gesto compasivo en la cabeza del Señor quien, según la piadosa leyenda, les regala el "tatuaje" plumífero bermellón que lucen en el pecho, en recuerdo de la divina sangre que tocaron. Es un ave muy sociable y confiada, también insectívora y provechosa para nuestra salud. El petirrojo está presente en el arte por otro motivo cual es el color de sus huevos que da nombre a ese tono azulado de crital que aparece en los vitrales de las catedrales góticas.

Por último, el pelícano es el ave símbolo de la Eucaristía. La representación del sagrado misterio en la figura este pájaro se apoya en otra leyenda según la cual, ante la escasez, llega a desplumarse el pecho hasta producirse sangre para alimento de sus crías. Ya Santo Tomás de Aquino, autor del famoso "Pange Lingua", lo menciona como "bondadoso pelícano", en otro de sus himnos a la Eucaristía: "Adorote devote". Es por ello que la figura del ave, con dicho gesto de entrega extrema, ha sido tomada como expresión conjunta del alimento eucarístico y la salvación por la sangre redentora. De ahí que podamos ver representada el ave, y sus polluelos hambrientos, tallada en bajorrelieves de puertas de Sagrario, principalmente. En Santa María de Azogue de Benavente y parroquias de la comarca podemos contemplar este bello símbolo en repetidas alusiones al misterio sagrado.

En esta Semana Santa, anátidas como el pelícano, sobrevolarán-desde las lagunas de Villarrín, Villafáfila y adláteres- el cielo de la Tierra de Campos, mientras las procesiones llevan en comitiva Dolorosas con espinas en el corazón y Nazarenos con corona de espinas.