El Gobierno le va a subir el sueldo a los funcionarios casi un nueve por ciento a lo largo de tres años. Esquiva así el PP otra ola de manifestaciones y megafonazos. Bastante tiene ya con los pensionistas aguerridos, levantiscos y protestones, que claman, con motivo justificado, contra su general estado de pobreza. Bastante tiene ya también con policías y guardias civiles, que piden (con toda la razón del mundo) cobrar lo mismo y no mucho menos que sus compañeros de las policías autonómicas. Falta que protesten los maestros y profesores. Yo los animo. Los periodistas no protestamos, bastante tenemos con pensar cómo comer los últimos días del mes y bastante trabajo tenemos con hacernos eco de las reivindicaciones de los demás.

Las mujeres también salieron a la calle, ya era hora, no debe perderse esa ola reivindicativa feminista a la que el Gobierno era desafecto. O sea, todo el mundo protesta, todo el mundo se siente mal pagado y ahora que la crisis se fue, caemos en la cuenta de la inmensa estafa. Se trataba de dejarnos con quinientos o mil euros menos al mes a todos, o sin trabajo o sin contrato o puteados como autónomos. Pero nada. Más importante es hablar de la prisión permanente revisable, cuando en realidad, lo suyo sería que las penas se cumplieran íntegras. Nos está saliendo un artículo anarquistón y simpatizante de las indignaciones patrias, cuando en realidad, lo que queríamos es elogiar al funcionariado compatriota, cuyos sindicatos y representantes logran sin despeinarse subidas de sueldo cojonudas que ojalá sirvan para hacer pedagogía en la empresa privada.

No pocos agentes sociales afirman que urge subir sueldos; agentes sociales a los que, si tuviéramos para pagar nuestra propia hipoteca, le pondríamos un piso. España es una gigantesca protesta ahora indignada por un crimen repugnante. No sé si podemos estar peor, pero habría que concentrarse en los detalles (que es donde está el demonio, aunque detalle es también la felicidad que puede dar la contemplación de una flor, una puesta de sol, un buen libro, un pezón o una caña fresca con un buen amigo con propensión a la tapa nutritiva tipo tortilla de chorizo. También un yate o que te toque la Lotería es un detalle. Un detalle que la vida puede tener contigo). Los funcionarios giran al estado de contentez, la disposición al trabajo se les pone morcillona y todo podría redundar en un mejor funcionamiento de los servicios públicos, de los que soy decidido partidario y frecuente usuario. O al revés, no lo sé.