El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado a España a indemnizar a dos jóvenes catalanes que fueron condenados hace once años por quemar una foto de los Reyes de España. Considera el alto tribunal que se vulneró su libertad de expresión. Gabriel Rufián y demás compañeros de ERC, se han agarrado a ello como a un clavo ardiendo y han querido colar en el Congreso una proposición de ley para despenalizar las injurias a la Corona y la quema de banderas. Como no podía ser de otra forma, la sensatez del PSOE, PP y Ciudadanos, con más sentido de Estado, han rechazado su tramitación en el Pleno del Congreso. De no hacerlo, esto acabaría convirtiéndose en una selva.

Rufián, muy en su línea, ha alegado que la quema de la foto no fue un ataque personal al Jefe del Estado, sino "una expresión simbólica de la crítica política legítima". Es más ha concluido apostillando "no es odio, es libertad de expresión". Vamos a ver, aquí cada quisque entiende la libertad de expresión como le conviene. No seré yo quien ponga en duda que es la principal herramienta para que todos los integrantes de una sociedad puedan dar su opinión y debatir sobre determinados temas de interés general, ya sean políticos, sociales o jurídicos. Hasta ahí todo perfecto. De insultos, de quema de fotografías, de ultraje a los símbolos, nada se dice al respecto. De ahí que la quema de fotos del jefe del Estado y de la bandera no sean ni libertad de expresión ni siquiera una expresión simbólica.

Por estos lares a nadie se le ha ocurrido, yo creo que con más respeto que ganas de hacerlo, quemar ninguna estelada, cosa que hubiera sido de recibo al tratarse de una expresión simbólica de legítimo hartazgo social. Ni se ha quemado la foto de Puigdemont. Chistes, todos; ironías, todas; divertimento a su costa, absoluto; pero en otro plan menos agresivo. Y motivos da cada día desde que llegara al Palau de la Generalitat. Es que por esa regla de tres tan simple a la que apela Rufián, cualquiera se puede cagar (de caganer) en la madre que parió a este o aquel y aquí no tiene porqué pasar nada.

Como tampoco puede ser de otra manera, la propuesta de los independentistas ha sido avalada por Unidos Podemos, PNV, PDeCAT, Compromís y Bildu. O sea, los culo mal asiento, los inadaptados y los proetarras. Lo raro es lo del PNV, un partido en teoría serio y sensato que parece estar perdiendo el norte sumándose a iniciativas absurdas. Si de este lado se nos ocurre quemar la ikurriña y hablar con el debido conocimiento de causa de la doctrina de ese hombre al que veneran y que hizo honor a su apellido, Sabino Arana, pedirían nuestra cabeza y hablarían del odio de España. Aquí no hay más odio que el que se enseña en las ikastolas o en los barracones escolares de Cataluña donde, el pasado curso, se contabilizaron más de 1.010 barracones. Ni siquiera Estrasburgo va a lograr desarticular la legislación española.