Había advertido que para la propia Italia y para la Unión Europea las elecciones del pasado domingo eran una frontera difícil. Se sabía que el populismo de la Liga Norte, encuadrada en la coalición derechista de Berlusconi, y el del Movimiento Cinco Estrellas (5E) estaban en ascenso. Pero se confiaba en que, aunque el populismo subiera y los resultados fueran malos, siempre habría el recurso a una alianza de Belusconi con el Partido Democrático de Renzi, actualmente en el poder con Paulo Gentiloni, un político apreciado, como primer ministro.

Pero el escrutinio ha dado a los partidos antieuropeos, contrarios a los extranjeros (Italia ha recibido 600.000 inmigrantes en los tres últimos años), una fuerza superior a la temida. El Movimiento 5E, con un 32% del voto y con su promesa de renta universal, ha logrado la confianza de los sectores menos favorecidos, especialmente en el sur, y se ha convertido en el primer partido de Italia.

La coalición de derechas de Berlusconi, la Liga y Hermanos de Italia le ha superado en voto pero la sorpresa ha sido que la Liga de Mateo Salvini (18%) ha quedado por encima de Berlusconi (14%) con lo que el veterano político de 81 años ha perdido relevancia. Y el Partido Democrático (socialdemócrata), que no ha gobernado mal y que era la única fuerza europeísta, ha tenido un resultado (inferior al 20%), por debajo del esperado. Además, ninguno de los tres bloques tiene mayoría suficiente para gobernar y los pactos serán todo menos fáciles. Es por ello que el parisino "Le Monde" no dudó en titular: "Cataclismo en Italia".

¿Qué va a pasar? Las negociaciones serán largas y difíciles y la influencia de los antieuropeos aumentará. Hay cuatro posibilidades. Primera, un pacto entre el Movimiento 5E, que con su candidato Luigi di Maio ha moderado el extremismo de Beppe Grillo, y el Partido Democrático. Difícil porque Renzi se opone y, pese a haber dimitido por los malos resultados, conserva influencia. Segunda, un gobierno de la coalición de derechas que tendría que ser apoyada al menos por una parte del Partido Democratico. Quizás todavía más difícil porque Matteo Salvini (Liga), al que en virtud del acuerdo de coalición le correspondería ser primer ministro, despierta animadversión. Ha pasado de hacer demagogia contra el perezoso sur y Roma la ladrona, a vapulear al euro y a los tecnócratas de Bruselas. Tercera, la peor de la peor, la coalición populista 5E, Liga, Hermanos de Italia, que suma más de un 55% del voto y que es el terror europeo, pero que será muy complicada por las incompatibilidades entre la Liga y 5E.

Por último, tampoco se puede descartar que Sergio Matarella, el presidente de la República que tendrá poder arbitral, acabe instando un gobierno provisional de unión nacional para intentar cambiar la ley electoral e ir después a nuevas elecciones.

Todas las perspectivas son malas y todas crearán nuevas dificultades a cualquier relanzamiento europeo. Pero, Italia es Italia: el gobierno puede ser irrelevante, o no haber gobierno, y el país no se suicida. Funciona mal. Pero es el primer país de la UE en el que triunfa el populismo antieuropeo. La suerte es que es un populismo fragmentado.