Este año las mujeres de casi doscientos países celebran el 8 de marzo lanzando al mundo entero esa afirmación, que no pregunta, sabedoras de que es tan obvio lo que proclaman, que no tiene contestación. Porque si las mujeres se paran, el mundo también lo hará. Son tantas las tareas que asumen en la vida cotidiana, que no es posible reemplazar su trabajo sin que se resienta lo que vive alrededor gracias a ellas. Y para que esto no ocurriera haría falta un cambio profundo en nuestra sociedad y nuestra cultura que aún no se ha producido.

Y es que lo que ya no se puede silenciar es que las mujeres soportan una gran parte de la actividad y del trabajo que representa la vida diaria, donde son ellas las que mantienen y prodigan los cuidados en numerosos frentes, sin ningún reconocimiento ni remuneración, en esos espacios hasta ahora no considerados como trabajo, como son los llamados "cuidados" donde la presencia masculina sigue faltando, porque no hay una voluntad de conciliación real.

No es necesario que nos aporten muchas cifras para convencernos de ello, aunque las hay y resultan escandalosas para cualquier sociedad que se considere a sí misma igualitaria. Con nuestros propios ojos hemos visto a las madres y abuelas, mujeres que nos han precedido y aunque creímos que iban cambiando las cosas muchas actualmente siguen sin parar, ni en los días de fiesta ni en otros muchos momentos, porque de ellas dependen niños, mayores, enfermos, la comida diaria, el hogar? Podríamos sumar muchas más responsabilidades, tantas que ya apenas somos capaces de verlas.

En lo que a mí respecta, por tanto, no tengo ninguna duda: si se paran las mujeres, se para el mundo y creo además que ya es hora de reconocerlo y dejar de mirar para otro lado. Por eso voy a hacer la huelga y no porque mi situación laboral se resienta especialmente por el hecho de ser mujer: no me siento discriminada por mi género, aunque siempre podrían añadirse aspectos culturales o ideológicos que permanecen escondidos en el tuétano de nuestra sociedad y afloran inevitablemente en cualquier lugar.

Mi huelga es porque no me gusta el mundo que han construido para nosotras y nosotros los hombres que mandan y donde a las mujeres históricamente se las ha tratado mal, y sigue haciéndose; un mundo donde no solo no se respetan sus derechos, sino que son acosadas muy a menudo y a su inseguridad laboral se añade otra existencial, marcada directamente por el hecho de nacer con un cuerpo y un sexo femenino. Es tan evidente lo que ocurre en el mundo con las mujeres, la violencia que tan a menudo se ejerce sobre ellas, que lo extraño es que hayamos llegado hasta aquí sin levantar la voz las que podemos hacerlo: muchas no solo no pueden permitirse hacer una huelga hoy día, sino tampoco siquiera expresar su malestar.

En un mundo en el que las diferencias sociales son tan insalvables y escandalosas (leo en un diario que el 82% de la riqueza creada en 2017 fue a parar al 1% de la población más rica del planeta) la precariedad laboral se ha convertido casi en un lujo del que "disfrutan" nuestros hijos, y que ni siquiera está al alcance de todos, y menos aún de las mujeres, doblemente penalizadas y sobrecargadas de trabajo y en muchas ocasiones sin salario, o cobrando menos que los hombres, lo que es conocido como brecha salarial.

Y yo hago la huelga por esas mujeres, por todas ellas y por mí también, porque no me gusta que nos pongan un techo de cristal o que nos lo estemos poniendo nosotras mismas a fuerza de aceptar la mirada tantas veces paternalista e interesada que todavía permanece en muchos rincones de nuestro entorno, donde el patriarcado y el machismo aún aflora incluso entre los jóvenes.

Tampoco me gusta la mirada parcial que en tantas ocasiones ofrecen los medios de comunicación, donde la mujer tantas veces es un personaje secundario o estereotipado, o el lenguaje fuertemente sexualizado de la publicidad, en el que sin pudor se ofrece al consumo un tipo de mujer.

Y considero que somos nosotras mismas las que, junto a los hombres que quieran acompañarnos en este camino, debemos hacer oír nuestras razones y dar visibilidad a esta situación, para que siga cambiando el mundo y la vida de las mujeres.

Quiero pensar que podemos hacerlo desde esa mirada propia y transversal, impregnada de sororidad, que apela a la complicidad que las mujeres deberíamos instalar en el mundo, buscando un punto de vista diferente en el que podamos confluir, y también decidir, con los otros.