E n España no entran refugiados porque todo acuerdo de cuotas de admisión ha sido meticulosamente incumplido con la indolencia propia de un gobierno de Rajoy, que hay cosas en las que no se mete.

Los emigrantes que entran por nuestras costas llegan a pesar de los esfuerzos coordinados y transversales de varios gobiernos para que los zampe el mar. Su muerte no importa: no son españoles. Aunque no dé para hacerle una letra al himno, ser español tiene alguna ventaja.

Ejemplo de lo que sucede en España: una persona africana se tira al mar por necesidad, corre peligros en el intento de llegar a otra orilla y queda en manos de la suerte de que haya buena mar y de que no le pille la guardia civil. Una persona española se echa a la montaña por diversión, corre peligro en el intento de alcanzar la cima y si tiene mala suerte, le mandan un helicóptero de rescate de la guardia civil. La diferencia no es estar federado. Y sí lo es.

Si los inmigrantes tocan tierra inmediatamente se les reprocha que vienen a quitar el puesto de trabajo a un español. Un puesto así es algo muy preciado pero no tanto como para agradecerle al montañero que muere en el intento que lo haya dejado para otro español.

Otro botón de que da igual que los inmigrantes mueran es que nunca oirás a un concejal corrupto decir que es víctima de una persecución política contra él para desviar la atención de las muertes de emigrantes ilegales o de una carga en el Tarajal. La atención ya está desviada.

Nos interesa más la corrupción de uno del pueblo que las docenas de muertos de otros pueblos y ni una ni otras nos importan nada porque no cambia la intención de nuestro voto. A vivir, que son dos días porque morir es un momento.